a pasos agigantados, nos acercamos al momento de la verdad. Parecería que fue ayer cuando Amaia Romero se alzase con el triunfo en la última edición de Operación Triunfo, juvenil programa rescatado del fondo de comercio de Gestmusic y que tiene en vilo a la clientela televisiva.

Ni el más inteligente de los hispanos productores hubiera sido capaz de imaginar tanta calidad humana y musical de una concursante navarra que ha encandilado los corazones de la audiencia, entregada a esta forma de ser y sentir que tiene la artista pamplonesa; no fueron conscientes de la importancia artística de esta perla pescada en la marea de cientos de competidores analizados en las interminables sesiones de casting para depurar candidatos, estilos y posibilidades de futuro. Y para mayor gozo de la cadena, la maravillosa PocaHontas, la insustituible Blancanieves, la simpar Sirenita, se enamoraban de un apuesto príncipe que nada en las fértiles aguas de inspiración y composición musical. El tiempo avanza y las calendas de Eurovisión se reflejan ya en el próximo futuro y los nervios comienzan a aflorar porque son muchas las decisiones y detalles que llevan a poner en antena el gran show de la canción europea, en este caso interpretado por una pareja de jóvenes enamorados de la vida y la música. Llega la hora de la verdad, el momento clave de defender ante millones de espectadores la calidad y calidez de una canción hecha para ellos dos, sin trampa ni cartón. Todo el glamour acumulado, toda la potencia artística desarrollada deberán pasar la prueba del algodón de la noche mágica de mayo, que todos soñamos triunfal, poderosa, encaramada al desierto de nuestras cotidianas y aburridas vidas. Amor, juventud y poderío artístico se unirán en mágica conjunción para esculpir en nuestro recuerdo, el intenso perfume de una historia que a todos nos hubiera gustado interpretar, sentir, soñar.