cuando José Miguel Contreras consiguió del presidente Zapatero una concesión televisiva, no tuvo ni la menor duda de lo que había que hacer con el nuevo canal que tenía que tener como estandarte de marca, la factoría informativa, y aunque posteriormente terminase en manos del Grupo Atresmedia, supo mantener su carácter peculiar con una escuela agresiva de enfrentarse a la actualidad y las noticias del día. De la mano de Antonio Ferreras se fue construyendo una parrilla de programas, donde la actualidad marcaba productos informativos, por la mañana, tarde y noche, con un declarado descaro hacia los poderes y políticos, que fue construyendo una tele que sabía desarrollar un estilo crítico y denunciador de escándalos, corrupciones y desmanes, en una sociedad que vivía con profundo sobresalto las estafas, corrupciones y asaltos a la caja común. Y así fueron naciendo estrellas de la cadena, desde el Gran Wyoming y su nutrido equipo de críticos y perseguidores del escándalo público en los sucesivos casos de banqueros, políticos y defraudadores de la hacienda común, hasta nombres propios como Ana Pastor o Jordi Évole, que han proporcionado a la cadena estilo, personalidad y reconocible marca. La más pizpireta y escandalosa periodista de informativos de La Sexta atiende al nombre de Cristina Pardo y se ha convertido en personaje en creciente escalada de reconocimiento y crecimiento profesional, que le está permitiendo construir un estilo propio y descarado, capaz de acorralar a los entrevistados con punzantes y repetitivas preguntas, propias de un periodismo de otras latitudes. Sus entrevistas son más interrogatorios cuasi policiales, que amables juegos de salón entre invitado y periodista. Acorralar, atrapar contra las dialécticas palabras, azotar y flagelar se convierten en mimbres de una forma de sentir el periodismo vivo de una sociedad mediática.