El bonachón innovador
Detuvieron hace unos días en Alicante a un tipo de 58 años por atracador. En los últimos 4 años se estima que robó 350.000 euros en varios atracos efectuados por la zona. Hasta ahí, nada especial. La sorpresa es grande entre sus vecinos, en una pequeña localidad alicantina, ya que el atracador tenía una frutería y, según todos, era “un bonachón”. Normal, también, eso de la sorpresa. Vamos, más que normal muy típico: ¿quién lo iba a imaginar? Lo realmente maravilloso de esta historia es que el atracador, que no usó su arma en los 7 atracos que cometió, efectuaba sus atracos a cara descubierta, como un vulgar banquero cualquiera. No se disfrazaba. Y aquí lo viene lo increíble: era en su vida diaria donde se disfrazaba. Se colocaba unas gafas de una enorme graduación, se cortaba el pelo casi al cero y, según las informaciones, “recuperaba su aspecto de bonachón”, un aspecto que no sabemos muy bien cómo es o si es directamente antagónico con el que tiene que tener, a la fuerza, alguien que atraca bancos: ¿un bonachón puede atracar bancos, el que atraca bancos es mala persona sí o sí, el aspecto conduce tus actos siempre? Preguntas complejas. El caso es que el hombre este, que según sus vecinos “ni siquiera iba bien vestido” -tampoco sé qué es ir bien vestido, la verdad, a estas alturas del siglo hortera y en este país choni-, interpretaba un papel en su vida diaria y se cargaba con el lastre de tener que llevar unas gafas que no le correspondían y que imagino que le causarían un dolor de cabeza de tres pares de cojones cuando en realidad pasaba meses planeando atracos mientras descargaba albaricoques y despachaba peras en una humilde frutería del número 7 de la calle Galiana de Hondón de los Frailes, efectivamente un hondón de apenas 1.000 habitantes. Me muero de ganas de saber si explica por qué lo hacía al revés que todos los atracadores. Un puto genio. Y bonachón.