la sociedad gastronómica está prácticamente vacía, pese a que la excesiva temperatura exterior invita a disfrutar de su fresco interior este jueves, solo una de las alargadas mesas está ocupada por unos irreductibles que han acabado su comida semanal.
- “Nuestro médico acostumbraba a pasar con una bandeja llena de analgésicos antes del partido” -el Marqués de Altamira lee traduciendo de una revista de rugby en la sobremesa-, “y supongo que he traducido mal lo de analgésicos porque escriben asesinos de dolores”?
- “A nivel profesional es imposible resistir una temporada entera de competición sin tomar algo que haga olvidar el dolor” -comenta el Barón de la Florida llegando con la bandeja de los más tés que cafés-, “y, como el dolor es persistente, hay que tomarlo antes de ir a la cancha”.
- “Pero el dolor es una señal de alarma” - Galtzagorri añade-, “y ocultarlo no arregla la lesión que lo provoca”.
- “Pues, que yo recuerde, tú te tomabas nolotiles para desayunar en aquella semana de fase de clasificación en que los hombros te hacían llorar” -recuerdo que saca el Marqués del viejo baúl de la memoria común-.
- “Y así me perdí el partido de la final porque la inflamación de los periostios y los tendones se quería hacer permanente, o sea que sé perfectamente de lo que hablo” -Galtzagorri lo cuenta sin enfado y saborea un whisky con deleite-, “además los antiinflamatorios estropean el estómago, así que hay que tomar algo para protegerlo”.
- “El rugby construye personas pero hay que usarlo para educar y proteger a quienes lo disfrutan” -Aristide Labarthe por un lado añade esta frase a la conversación y por otro hielo a su bebida-, “como se decía, el rugby hace hombres a los niños y permite a los hombres seguir siendo niños”.