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Potro de torturas

En los tenebrosos tiempos medievales el maligno ingenio humano desarrolló instrumentos de tortura a fin de exprimir a los variados enemigos sus secretas informaciones o corregir insanos comportamientos a base de hierro y fuego, destacando entre ellos el potro de tortura preparado para descoyuntar articulaciones y miembros de la humana anatomía.

La telerrealidad es instrumento moderno de tortura que descoyunta almas y sentimientos frente a las cámaras, en una ruleta que decide hoy ponte tú y mañana me pondré yo, como ha experimentado en sus carnes, en los últimos días, la inefable Terelu, capaz de aguantar carros y carretas de malignas insinuaciones, aceradas críticas y malsanos comentarios, y todo ello con la dignidad de una estrella de la tele moderna, que sabe que desnudar alma y flagelarla púbicamente es ejercicio rutinario de tele cutre y torturadora.

El consumo televisivo de este tipo de programas que someten al personal al potro indecente de la tele que pega, sacude y daña la dignidad de los muñecos televisivos, se ha asentado en las apetencias de la audiencia y como en circo romano mediático pide más y más y más.

Los seguidores de este tipo de alimento mediático han asistido al calvario de la hija de la reinona María Teresa Campos, atacada y azotada por su desmesurado afán cómelo todo en un ejercicio televisivo del que de momento solo se salva su santa madre que tiene alta vara en los despachos de Telecinco para evitar exponerse, de momento, al escarnio de lenguas viperinas y secuencias delatoras de experiencias personales descarnadas y acusadoras de glotonería varia. Todo sea por la continuidad y éxito del espectáculo que transforma un argumento televisivo en molesto potro de tortura que deja despojos del muñeco protagonista a los pies del altar de la sedienta audiencia y necesario éxito televisivo.