Llevamos buena temporada de ejercicio democrático a través de diferentes procesos electorales, que amenazan con tercera cita con las urnas para elegir a los representantes en el Congreso de los Diputados y por ello las noches electorales, las encuestas durante la campaña y el rito de presentar a los candidatos de los respectivos partidos son historias contadas por los medios y popularizadas en la azacaneada Opinión Pública que asiste casi impasible a esta liturgia.

La democracia ha establecido ritos que se repiten con agotadora frecuencia y nadie se atreve a romper la sistemática establecida y parafernalia mediática que establece que en la noche electoral el tiempo que transcurre entre el cierre de los colegios y la comunicación de los datos oficiales se rellene con encuestas a pie de urna, que tienen escasa fiabilidad y terminan aburriendo al personal que no sabe si lo que le cuentan es un rollo de relleno, una aproximación sociológica verosímil o un cuento de cifras y datos para ocupar el tiempo de espera hasta la secuencia de real voto escrutado y validado por las autoridades que son los únicos fuente real, en cada cita electoral.

Siempre me ha parecido absurdo el esfuerzo de los medios gastándose una buena pasta en contratar encuestas sobre resultados que casi nunca aciertan y someten a los personajes de la farándula partidista a ejercicios de funambulismo, rectificación y vergüenza ajena cuando llega el recuento oficial y tiene poco que ver con el cuento encuestador. Excrecencia del tiempo de la basura mediática. Eso sí, ¿quién le pone el cascabel al gato y cambia la pauta, eliminándolo de antena? Dónde están los barrenderos de la basura mediática. La rutina pseudoinformativa se impone y mantiene.