El programa de telerrealidad amorosa First Dates, algo así como Primeros contactos, apareció en la parrilla de Cuatro escaso de ambición y limitados recursos con Carlos Sobera al frente del equipo; y casi nadie daba un duro por su continuidad y casi todos auspiciaban rápida retirada de antena.
Los malos augurios no se han cumplido, el verano ha sido fructuoso y el casamentero mayor del reino ha incrementado su participación en la narración de cada historia y está muy presente en la vida de cada pareja que entra y sale del plató con albricias, calabazas o frustraciones. La mecánica del programa es sencilla y se presta a pocas variaciones, aunque es cierto que algunas parejas suministran material explosivo para los editores del espacio, que manejan con habilidad y cierto morbo algunos encuentros amorosos que terminan en tormenta o apasionado beso.
Maravillosos los textos finales que nos cuentan cómo ha terminado la historieta amorosa de cada parejita, ansiosa por encontrar el amor, entre ella y él, él y él, ella y ella, que de todo hay en la viña del señor Sobera, eficaz celestina animando, empujando y achuchando a los protagonistas que visitan el cálido y acogedor restaurante del amor.
La cadena aprovecha el bajo costo y la sencillez de producción del programa para mantenerlo en parrilla, mientras se hace la competencia con otro programa de telerrealidad y Carlos Lozano al frente de una troupe enloquecida de machos y hembras en celo, convertidos en granjeros que buscan desfogue, compañía y amor. Dos estilos, dos modelos de entretenimiento, dos formas de hacer tele con maestros de ceremonias que ni pintados para la ocasión. Es la fuerza del amor televisivo en estado puro. Galería de seres tocados por la singularidad en variado desfile de personajes capaces de desnudar intimidad a borbotones.