Pablo Iglesias la pifia
el flamante secretario general de Podemos la acaba de pifiar en un acto académico-político celebrado en la universidad acusando de manera inmisericorde a un periodista de prensa de manipular el contenido de las informaciones para así colocarlas como noticias importantes en primera plana, que es la que recoge lo más granado de la información que atesora una redacción.
La relación diaria entre políticos y periodistas no es precisamente una calmada balsa de intereses, en ocasiones contrapuestos, y la concepción que unos y otros tienen del negocio es muy disímil y da origen a numerosos enfrentamientos, acusaciones y sonoras broncas.
Pero obligados a convivir terminan encontrando zonas de convivencia y sensata relación, sabiendo ambos colectivos que se necesitan, son actores de dinámicas informativas democráticas y tienen que superar choques, descalificaciones y plantes.
Los de Podemos, que se presentaron con un aura de nuevo modo de hacer política, pueden terminar repitiendo tics, clichés y estereotipos como los demás partidos, a lo que acusan de ser casta, y a este paso los de Iglesias terminarán con la caspa política de la casta a la que no quiere imitar.
Los podemitas se entrometen en el quehacer profesional, al igual que el resto de los políticos, incómodos ante los medios, a los que quisieran domados, sometidos y serviles. Cada uno debe jugar su papel y nadie está al servicio de nadie, y todos confluyen en los consumidores/ciudadanos que fijan posición en las citas electorales.
Mal andan, si necesitan entrar en los embarrados caminos de atacar a los profesionales de la información; es sabido, que nunca llueve a gusto de todos, pero Pablo la ha pifiado y se ha descubierto en su deseo manipulador de contenidos informativos con base en intereses partidarios. Creíamos que en esto también eran distintos; pues, no.