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¿Por qué gritan tanto?

salvo que tengan un acuerdo con las compañías de audífonos, no acabo de entender por qué gritan tanto los/las presentadoras de la tele, que se esfuerzan en romper a base de sumar decibelios los tímpanos juveniles o ancianos de la audiencia múltiple y plural, que aguanta con cierto estoicismo la puñetera costumbre de encampanar la voz, subir el volumen de su mala o buena dicción y atronar el espacio de la sala de estar o comedor, donde los altavoces de la tele convierten semejante recinto en batalla desaforada de múltiples sonidos.

De esta estúpida costumbre de gritar, atronar, clamar en el desierto, no se salva cadena alguna y todas almacenan un listado de bramadores oficiales que convierten el arte de hablar y comunicar en un ejercicio dislocado y payasete de darle al grito, alarido o bramido, haciendo de la comunicación oral un imposible profesional que a nadie agrada y así convierten los mensajes en paquetes de sonidos dislocados y absurdos que no lo digiere ni la santa madre que los/as parió.

Un pack de presentadores apuntados a este estilo de gritar es el formado por Jordi González y Sandra Barneda, capaces de pasar de registros susurrantes a chillidos de patio de vecinos con absoluta naturalidad y frescura ante las cámaras, rompiendo registros, machacando micrófonos y formando una algarabía ininteligible, donde imponerse al volumen del otro es objetivo final de estos juegos de clamoreado efecto auditivo, que hace imposible la comunicación, siempre necesitada de no ruidos para un eficaz entendimiento. Es la pregunta del millón, pero nadie sabe la respuesta: ¿Por qué gritan tanto nuestros presentadores de la tele?. Gritar ante un micrófono es el más absurdo ejercicio de supuestos presentadores del medio. Los micrófonos están para ayudar a esta comunicación caliente, modulada y apacible. Es que no se enteran, con lo que gritan.