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Poner en valor

probablemente se habrán dado cuenta de que en los últimos tiempos -no sé si días, semanas o meses, porque parece que desde el 20-D han pasado dos años y fue prácticamente antes de ayer- ya no se valoran las cosas, ni se destacan, reivindican o reconocen, que es lo que se ha hecho toda la puta vida: ahora se “ponen en valor”, que es la nueva moda gilipollas de escribir o de decir. Ahora no hay prácticamente hecho político, social o público que no se quiera “poner en valor”, al punto de que la expresión de marras ya está alcanzando proporciones de pandemia, como por otra parte ha sucedido con montones de palabras o expresiones que de un día para otro se ponen de moda, se pegan ahí un tiempo jodiendo la marrana y acaban desapareciendo, afortunadamente, arrasadas por el día a día, la comodidad y porque, aunque nos cueste, los hablantes y lectores nos acabamos dando cuenta de que tanta cursilería no es solo que sea boba es que además es perder el tiempo.

Porque ya me dirán ustedes qué coño tiene que hacer “poner en valor” frente a “reivindicar” o “realzar”, a no ser lo empalagoso y engolado que resulta decirlo, que es lo que les gusta a los que lo introducen y luego a los que lo utilizan, creyendo que usar el nuevo palabro otorga más importancia a lo que se dice.

Una estupidez, en resumen, que entró en el habla diaria de la mano de los políticos y que se ha extendido con la connivencia de la prensa, que para estas cosas somos peor que un dolor de huevos, que se ve que nos aburrimos de manejar siempre las mismas 200 palabras y creemos que usando algo nuevo mejoramos la profesión. Pues no, coño, no pasa nada.

A ver si va desapareciendo poco a poco, aunque personalmente creo que es más imprescindible y urgente fusilar a los periodistas deportivos que dicen que mengano “está de dulce” o “vaya delicatessen”.

Fusilar sin juicio, horteras de los cojones.