Cállate, hombre
me toca cumplir años, 43, y como casi siempre en los últimos años no tendré el teléfono operativo para poder agradecer a quien llame su llamada, pero que sepan todos que lo hago: lo agradezco. Pero es que donde suelo estar los 6 de diciembre no hay cobertura, es lo que tiene el monte. Y eso también está bien, porque a fin de cuentas no deja de ser un día como otro cualquiera. Siempre he estado muy de acuerdo en eso que decía Vázquez Montalbán de que “la verdad está en los días laborables”. Esto tiene muchas interpretaciones, pero la mía es que lo realmente importante está muy lejos de los días señalados, los días equis o los días en los que casi por obligación o porque te lo recuerda tu agenda te acuerdas de los demás o los demás se acuerdan de ti y te lo hacen saber. El caso es que claro que agradecemos que se acuerden para bien de nosotros, pero quizá le damos un exceso de importancia al tema de felicitar los cumpleaños. Te lo cambio por una llamada dentro de 3 o 6 o 14 meses, un mensaje, un café. Prometo hacer lo mismo. Porque, ¿no tienen a veces esa sensación de afrontar sus propios cumpleaños como el día en el que casi todo el mundo se acuerda de uno y sobra la atención que a veces te hace falta otros días? Porque, no nos engañemos, a todos nos gusta recibir un poco de atención, aunque luego la rechacemos. Los adultos, al fin y al cabo, solo somos niños disimulando. Algunos disimulan tan bien que te resulta imposible llegar a imaginar que fueron niños, pero lo fueron, lo son, toda esa pinta que llevan y esa forma de ser es algo que se han ido poniendo encima sin casi darse cuenta para acabar convertidos en adultos que no le dan importancia a su propio cumpleaños y acaban hablando de no sé qué de días laborables y señalados y rarezas. ¡Disfruta, coño, que te quedan por celebrar menos de los que ya has celebrado! ¡O cállate, por lo menos!