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A la contra Sí es increíble

lo bueno que tiene no haber votado nunca ni a PP ni a PSOE y tener la certeza de que no lo harás jamás es que ves los cara a cara entre sus candidatos electorales con el mismo entusiasmo con el que ves secarse la cortina de la ducha o avanzar la sombra delante de casa mientras va cayendo el sol. Pongan a quien pongan, el aburrimiento está asegurado, lo cual tampoco es nada despreciable, porque en estos tiempos que vivimos aburrirse como una ostra no está al alcance de mucha gente y sin duda es algo positivo y a reivindicar: aburrirse. El personal pasa el día desde que se levanta hasta que se acuesta conectado a decenas de chismes electrónicos, redes sociales y entretenimientos instantáneos varios y de repente un día no tiene nada de eso o si me apuras dos horas y le da un perrenque, incapaz de concentrarse. Por eso estos cara a cara son buenos, como entrenamiento por si en un futuro se van a tomar por culo todos los satélites o no chuta la luz y muchos no saben qué hacer. Yo apagué el volumen y me puse a mirarlos. E hice eso que siempre me ha alucinado de mi rival, que cuando le da suelta: ¿A que es increíble que toda esta gente que está ahora en la calle tenga sus problemas y sus vidas y sus cosas? ¿No es increíble? Lo es. Y también que se le ocurra de buenas a primeras. Entonces me imagino qué problemas tiene uno y cuáles la otra, mientras mueven los labios -cada uno los suyos- y no me intoxican con sus tópicos gastados. Imagino que uno de ellos se levanta y la hace un calvo a la cámara, yo qué sé, que la presentadora se ahorca en directo, que una manada de ciervos cruza a toda hostia el plató y se los lleva por delante... Así vivo yo el bipartidismo, asombrado de que el 60% de la población les vote, cuando es obvio que toda esa gente que pasa por la calle les debe bastantes de sus problemas. Pero funcionan los satélites.