Desaparecer
Into the thin air (Mal de altura, en la traducción castellana) es un masivamente vendido libro del escritor Jon Krakauer, en el que narra -formaba parte de una de las expediciones- una tragedia que tuvo lugar en el Everest en 1996. El libro, maravillosamente escrito, tuvo su réplica a cargo de Anatoli Boukreev -guía de una de esas expediciones- en su Everest 1996. Mientras se desarrollaba aquella historia, ya estaba en la calle Into The Wild (Hacia rutas salvajes, en castellano), también de Krakauer, en el que igualmente con gran maestría contaba la extraña, romántica, absurda y suicida peripecia de Chris McCandless, un californiano que en 1992, a los 24 años, abandonó todo y se internó en Alaska para vivir de la naturaleza y que murió en agosto de ese mismo año, cuando pesaba alrededor de unos 30 kilos. Lógicamente, McCandless no escribió libro alguno de réplica, aunque Sean Penn llevara al cine la novela de Krakauer y, como suele suceder, con acierto pero a mucha distancia de la profusión del libro, que a su vez citaba otras aventuras similares de personas que tratan de vivir al margen de la sociedad y para ello se alejan lo más posible. 30 kilos, 24 años. Me he acordado de él al leer la brutal historia del joven de 23 años y 30 kilos de peso, un polaco llamado Piotr Piskozub, que murió este miércoles en un albergue de Sevilla -en mitad de una de las ciudades más alegres y luminosas del planeta-, alcoholizado, apenas dos años después de dejar su país, novia, familia y amigos, apenas 12 horas después de que fuera dado de alta de un hospital en un país supuestamente civilizado. La prensa -yo mismo- ofreciendo todo lujo de detalles de las vidas de dos personas que ya no tienen derecho a réplica y que cada uno con sus motivos o problemas optaron o se arrastraron a sí mismos a desaparecer. Famosos que no querían ser nada.