De personas
lo más normal y que seguro haríamos todos aquí, cerca, lejos, en el extranjero y no me cabe duda de que también en el espacio, porque de haber marcianos una cosa es que sean marcianos y otra que no tengan cariño a sus cosas, es que si alguien se acerca a tu puerta y se mea en ella o caga en el felpudo, tú, que eres una persona, sin más, solo una persona, al margen de todo, te enfades, te quejes, llores de rabia e impotencia y recibas el apoyo de tus vecinos y amigos. Limpias y te quedas unos días pasmado, algo desubicado y taciturno, pero levantas la vista, piensas hacia delante y sigues siendo una persona que tiene cariño a sus cosas. Si en lugar de eso lo que ocurre es que asesinan a tu padre en la puerta de esa misma casa y 34 años después un hijoputa o varios pintan la pared de la casa que es la de tu padre y tu madre y tuya, jaleando con las pintadas a quienes mataron a tu padre, la reacción, aquí, cerca, lejos o donde sea, es la misma pero multiplicada por millones. Porque, al margen de todo, sigues siendo una persona, que es mucho más que todo lo demás en lo que nos vamos convirtiendo conforme avanzamos por la vida, mucho más que lo que pensamos, decimos, hablamos, escribimos y con quien nos relacionamos y por qué. Lo más normal, entonces, es limpiar esas pintadas, ya sea tú solo o acompañado, y, solo con ese acto, sencillo pero simple, lógico y humano, sin más interpretaciones, mandar un mensaje claro: Ya lo matasteis una vez, no pretendáis matarlo más veces, porque no os dejaremos. Una persona normal hace eso y nadie le puede reprochar absolutamente nada, al contrario, muy al contrario. Los hijos y nietos de Jesús Ulayar limpiaron ayer las pintadas de apoyo a ETA de la fachada de la casa familiar en la que hace 34 años le mataron en Etxarri Aranatz. Una cosa muy simple, emotiva, necesaria y que hay que honrar.