Herzog
todos sabemos quién es Habeler. Todos sabemos quién es Messner, así que todos sabemos quién es Habeler. Ambos -Habeler y Messner- subieron pie con pie el Everest sin oxígeno en 1978, el hito de los hitos no ya solo del alpinismo sino de la fisiología humana relacionada con la altura. ¿No les suena tanto Habeler? Normal. Bien, es cierto que Messner es Messner, que tanto antes como después de eso realizó proezas deportivas inigualables, pero Habeler cojo no era. De hecho, era muy bueno, fantástico. También como escritor, con su Victoria en solitario, alejado de la -tal vez justificada- grandilocuencia de Messner. Hay que escoger un solo héroe y medio olvidar al otro. Tenzing -el, como dicen los himalayistas irónicamente, primer guía profesional del Himalaya, guía de Hillary- terminó su vida alcoholizado. Bonatti peleó 50 años contra las mentiras de Desio, Lacedelli y Compagnoni, héroes italianos, hasta demostrar la verdad. Maurice Herzog, héroe francés, acaba de morir, a los 93 años. Su libro, Annapurna. Primer Ochomil, un relato épico del ascenso y terrible descenso, hizo aún más por él que la propia cima, que consiguió junto con Lachenal, de mayor nivel deportivo que él. En la expedición figuraban también mitos con Terray (Los conquistadores de lo inútil), Rébuffat o Couzy, a los que la prensa francesa no dio trascendencia. La brillante grandilocuencia de Herzog, sus terribles amputaciones y su paso a la política con De Gaulle lo elevaron a la categoría del mito social que es. En su libro Héroe, su única hija, Félicité, desmonta al mito, al que tacha de "hemipléjico emocional", al tiempo que no discrepa de los rumores que dicen que los diarios de Lachenal aseguran que no llegaron a la cima. Hay otros Annapurna en la vida de los hombres (Maurice Herzog).