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Historia

eN el enorme Alta fidelidad, los protagonistas hacen listas de canciones para toda clase de situaciones y así van creando su propia canción. No he hecho una lista de canciones más que en una ocasión, con mi primo Isra, sentados en un bar a la espera de coger no sé ya qué transporte para ver a un tipo que canta y baila.

Nos dimos dos minutos para elegir nuestros diez temas preferidos, los comparamos y nos dimos cuenta de que era inútil, porque al minuto hubiésemos escrito otros 50 distintos sin ningún cargo de conciencia y la convicción de que creeríamos en esos 50 a pies juntillas. Hay tanto, hay tanto.

La única otra lista que he hecho fue con un amigo rubio. Nos dimos cinco minutos para elegir nuestros diez libros de montaña favoritos y además numerados, lo que ya es vicio. Mi amigo sabía mucho más que yo, pero como era zurdo y al escribir ponía el brazo izquierdo en alto no le pude copiar.

Su número uno recuerdo que fue Bájame una estrella, de Miriam García Pascual, que yo puse el tercero. Mi número uno fue Historia de un caso, de Walter Bonatti, que él puso el tercero tras el Solo de Reinhold Messner. Se puede vivir sin libros, por supuesto, ahí están muchos futbolistas -y los que no lo son- para corroborarlo, pero creo que se vive menos bien, en serio.

Si lees Historia de un caso no lees la historia de un hombre que cambió para siempre la escalada o que viajó por el mundo o lo que sea. Lees una historia desnuda y cruda sobre la dignidad, la verdad defendida durante 40 años, la honestidad, la mentira y el dolor ante ella de un chaval de 23 años que en el año 1954 pasa una noche al raso a 8.000 metros de altura en el monte K2, en el Karakorum, con la única compañía de un pakistaní que se llama Mahdi y al que se abraza para no morir. Walter Bonatti ha muerto y su libro me ha abrazado muchas noches. Gracias, gran señor.

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