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Reforma electoral: una recurrente tentación centralista

El discurso de proclamación del candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, Alfredo Pérez Rubalcaba, navegó entre las ocurrencias, el recurso a la populista demonización de las entidades bancarias y el intento de ofrecer un posicionamiento político renovado y de desmarque frente a Zapatero. Una de las puertas que dejó entreabiertas, como señuelo hacia los integrantes del movimiento 15-M, fue la relativa a la posible reforma del sistema electoral vigente. Destacó que hay que actuar y revisar "cosas" como el sistema electoral. Y aludió a dos exigencias como motor de tal reforma: más proporcionalidad y más cercanía. A su juicio ambas son razonables, y por ello consideró que ha llegado el momento de plantear una discusión a fondo sobre el sistema electoral, reformando incluso, si es necesario, el texto constitucional.

Entre las propuestas relativas a esta regla básica del funcionamiento de la democracia surgidas del movimiento 15-M cabe destacar la modificación del tamaño de las circunscripciones electorales, la adopción de listas abiertas, la introducción de medidas que favorezcan la democracia directa y la sustitución de la Ley d'Hont. Cabe recordar que la circunscripción electoral prevista en la Ley Orgánica del Régimen Electoral General española sigue siendo la provincia, con listas electorales cerradas y bloqueadas y con un sistema de reparto d'Hont (fórmula matemática de distribución de escaños a partir de votos: al dividir el número de votos obtenido por un partido político por la cuota de distribución obtenemos el número de escaños que le corresponde), un sistema que claramente sobrerrepresenta a los partidos grandes, porque cuantos más votos se logra más fácil resulta obtener un escaño adicional. Pero el verdadero debate abierto no radica tanto en las bondades de la proporcionalidad, entendida como la relación entre los resultados de una elección (porcentaje de votos) y el reparto de escaños entre las diversas candidaturas a partir de esos resultados, sino en la posibilidad de instaurar una circunscripción electoral única o semiúnica en todo el Estado. Esta opción ya se aplica en las elecciones al Parlamento Europeo, ya que la legislación española optó desde su incorporación a la Unión Europea por la circunscripción electoral estatal y única, frente a modelos descentralizados electoralmente ante la cita con las urnas europeas, como Francia, Irlanda, Italia, Polonia, Bélgica o el Reino Unido. Y ello conduce a una hegemonía cuasiabsoluta de los dos grandes partidos estatales y a la marginación electoral de los llamados nacionalismos periféricos.

Si estuviésemos realmente en el seno de una democracia plurinacional se admitiría con normalidad (y con recíproca empatía) la necesidad de garantizar y proteger frente a la hegemonía nacionalista que representa el Estado-nación español a las restantes expresiones nacionales (entre ellas la que representamos desde Euskadi). Y quienes permanentemente cuestionan el vigente sistema electoral deberían hacer cuentas, es decir, realizar prospección electoral y hacer números sobre lo que supondría, por ejemplo, extrapolar el sistema que ahora proponen a nivel estatal a nuestro ámbito electoral vasco. ¿Han realizado la extrapolación en escaños al Parlamento Vasco que supondrían unos resultados electorales en los que se prescindiera de la distribución en circunscripciones basadas en los tres territorios históricos y en los que se prescindiese de la obligada adjudicación de 25 escaños a cada uno de ellos, al margen de su peso demográfico dentro de Euskadi, para pasar a integrar una única circunscripción? El principal obstáculo para el avance de nuestro proyecto común como nación, como pueblo vasco, radica en que el andamiaje sobre el que se construye la política en el Estado español corresponde a un traje y a una doctrina de hace décadas, y revela un escenario político de supuesto equilibrio interterritorial ya superado. Hasta el lenguaje empleado deviene anticuado: se considera, desde posturas inflexibles, que solo existe un demos, un sujeto en democracia, el Estado.

La reforma del sistema electoral apuntada desde Madrid se alinearía en torno al objetivo de prescindir dentro del peso de los nacionalismos que, a juicio de estos representantes de un jacobinismo revestido de discurso posmoderno, estorban, entorpecen y condicionan la política nacional (española, única e indivisible nación que existe, según su tradicional orientación, dentro del Estado español). Todo ello está en juego tras este falso debate. Que no nos engañen.