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Capitalidad cultural: olas de energía negativa

El sugerente lema Olas de energía ciudadana que el excelente, profesional y plural equipo de la candidatura donostiarra a la capitalidad cultural acuñó se ha transformado, tras la designación de Donostia-San Sebastián, en un cúmulo de reacciones desaforadas, injustas, infundadas y que tienen como motor lo negativo, la frustración, la indignación malintencionada. Esas críticas, por su contenidos y por sus protagonistas, son una falta de respeto a todos los donostiarras y a todos los vascos, suponen un menosprecio a la labor del jurado internacional, demuestran absoluto desconocimiento de las bases sobre las que se evaluaron los proyectos y revelan, sencillamente, que sus autores no se han molestado en leer y conocer el proyecto de la candidatura ganadora.

Sorprende, especialmente, las duras manifestaciones del alcalde de Zaragoza, un jurista reconocido como Juan Alberto Belloch, al atraverse a acusar sin pruebas: ¿conoce las deliberaciones secretas del jurado de la capitalidad europea? ¿Qué elementos probatorios tiene para advertir una politización del veredicto? Para rebatir tan impulsiva reacción serviría la respuesta de su compañero de partido, el exalcalde de San Sebastián y artífice de este éxito, Odón Elorza, negando cualquier motivación ajena a la valoración de los propios méritos de un programa y de un compromiso.

El proyecto donostiarra ha fundamentado su esencia en el concepto de cultura como un marco de convivencia, e invitando de forma expresa a la participación ciudadana para construir puentes entre diferentes. Frente a lo positivo, frente a la fuerza del proyecto donostiarra, esa indignación ahora mostrada por los otros aspirantes al reconocimiento europeo libera, es un buen analgésico individual y social, pero no cura, no construye, no permite superar de verdad las causas de la frustración.

Para un político, para un ciudadano, para cualquier miembro de nuestra sociedad siempre es más fácil colocarse detrás de una pancarta abanderando un sentimiento negativo que trabajar para construir. Hay que protestar, sin duda. Hay que dejarse oír, también. Pero los maniqueísmos sobran si queremos avanzar hacia una futura reconciliación social.

La demonización interesada y maniquea que persiguen todas estas críticas ante triunfo de la candidatura donostiarra, enarbolando desde la impotencia la pancarta de lo negativo, de la frustración, de la queja, del reproche y de la indignación son la antítesis de la cultura. Recomiendo a quienes desde puestos políticos han lanzado estas feroces críticas que inviertan algo de su preciado tiempo en leer las bases de la convocatoria y la filosofía que inspira la concesión de este reconocimiento.

Y desde Euskadi, comenzando por Bildu y terminando en el PP debemos hacer frente, como propone el programa de la candidatura donostiarra, al reto de la convivencia, que pasa por reconocer empática y recíprocamente al diferente. Estigmatizar al que no secunda tu proyecto político, marginar social y políticamente a quienes no comulguen con la orientación socialmente mayoritaria, construir bloques cerrados frente a otros sectores sociales no es el camino hacia una verdadera construcción nacional.

Esta orientación ha fracasado cada vez que unos u otros lo han intentado. Enfrentar siempre suma más apoyos populares que el intentar tender puentes entre diferentes. Pero esa orientación frentista suma sólo al principio, porque mantiene unidos a los propios, pero luego es incapaz de ensanchar la base social de un proyecto, sin la cual no puede salir adelante.

Lo negativo siempre vende más que la pretensión constructiva de trabajar por tu proyecto político y de País sin componer trincheras desde las que solo escuchar el eco de tu propia voz, marginando o despreciando al que opina diferente. Ojalá el reconocimiento al proyecto de capitalidad cultural de Donostia marque la senda del camino correcto.