me pena, pero siempre que veo a Angela Merkel veo también a la alemana oriental Gabriele Reinsch, la eterna plusmarquista mundial de lanzamiento de disco. Me pasa lo mismo cuando, al igual que ayer, como con David, el plusmarquista mundial de Lanzamiento de Rabiosa -azada, para los que, como todos los domingos, nos leen en la edición de Gipuzkoa-, que es verle, recibir ese abrazo que te deja como el papel de calco y ver a Virgilijus Alekna. De hecho así tengo su teléfono en el móvil: Virgilijus. Majo es poco. Total, a lo que iba, que Merkel, que como todos los políticos al principio parece que van a ser distintos hasta que les dan la oportunidad de demostrar que son iguales y casi intercambiables, lleva unos meses dirigiendo no sólo Alemania sino queriendo -y en muchos casos logrando- dirigir Europa, que es mucho dirigir, con unos cambios de rumbo, opinión, acción y, en definitiva, rendimiento, altamente sospechosos, al nivel de los mostrados por las atletas de la RDA en los 80, que una tarde te tiraban 76 metros y luego desaparecían o casi. Te dejaban el récord del mundo ahí plantao 23 años y las que vengan detrás que arreen. Merkel parece empeñada en seguir por el mismo camino, el del aplastamiento y si te he visto no me acuerdo, obsesionada con el lastre que para ella supone todo el sur de Europa, como si fuese una garrapata que hay que fumigar a cualquier precio o a precio de pepino de saldo. Una idea de Europa en la cual bajo la horizontal que va de San Sebastián hacia la derecha pasando por Livorno todo es un desastre, pero calentadnos las playas y enfriadnos las cervezas que en un mes estamos allá para que nos hagáis reír. Algo parecido a lo que se opina aquí poniendo la horizontal en Madrid o incluso en Burgos. En resumen: hay que perseguir el dopaje.
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