La libertad es una herencia sagrada e inviolable, un derecho superior que nos ha otorgado la vida. Si un humano priva a otro humano de ese derecho, ha de albergar una razón muy poderosa. El ser humano en prisión tiene que constituir un auténtico peligro en la calle, en condición natural de libertad. No necesitamos togados que sumen crispación, sino todo lo contrario. Merecemos una justicia más imparcial, más proclive a contribuir al progreso y al reencuentro entre los humanos. Las fuerzas y las entidades que obstaculizan el acercamiento, la reconciliación entre los diferentes grupos humanos en conflicto, incurren en suprema responsabilidad. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra y que no asome por Colón. España no será si no perdona, si sigue imponiendo, si no se reinventa en una unidad diversa libremente asumida. Ninguna persona, ningún pueblo progresa si no perdona. España tiene hoy la oportunidad de sacudirse sus lastres más oscuros e intransigentes que le vienen acompañando en su historia. Colón deberá vaciarse; el "ordeno y mando" quedar poco a poco atrás en el nuevo tiempo llamado a consagrarse en plena libertad. Quienes se rebelaron ante la imposición jamás usaron la violencia, ni instigaron a la misma. Apelaron siempre a la no-violencia. No habrá futuro sin ese indulto, por más "sacrosanta" carta magna que se quiera interponer como fallido argumento. El indulto representa el mínimo e imprescindible altruismo para el renacer de una España generosa. No llevemos nuestros pasos a Colón. No salgamos a la calle a reforzar la revancha. ¿En realidad quién cometió delito? ¿No serán los de Colón culpables de imponer una forzada unión, los responsables de abocar a la desobediencia de la ley? Si nos manifestamos contra el perdón, nos estamos a nosotros mismos condenando, cerrando las puertas para ser nosotros mismos perdonados. ¿Si nos manifestamos contra el perdón, quién irá en nuestro socorro cuando a nuestras espaldas se cierren las rejas?