El Barça despide a Leo Messi y el río Bidasoa despide a un joven de 18 años. Uno vino de terceros países, Argentina, pero con todo lujo y poderío en sus piernas, como futbolista reconocido. El otro, Abdoulaye Coulibaly, salió de Guinea Conakry casi siendo menor de edad y ha tenido que sufrir lo indecible para llegar a fallecer en soledad en el Bidasoa. Qué incongruencias. Mientras unos están rodeados de halagos, parabienes, incluso se los negocian entre clubes de fútbol, otros se buscan la vida, llegando a buscarse la muerte precipitadamente. Qué incongruencias que a estas alturas del siglo XXI países de reconocida democracia se blinden para no dejar entrar a sus países a jóvenes que se están buscando la vida, un trabajo y un futuro. Deberemos recordar que en siglos pasados muchos europeos salieron también de sus países con una mano delante y otra detrás, buscando su vida y su futuro y fueron recogidos y reconocidos en esos terceros países. El pago que les estamos haciendo en la actualidad a todas y todos aquellos que quieren cruzar la muga, no es de recibo, sino que es de una catadura moral difícil de comprender.