Me preocupa que en nuestra Iglesia católica y en nuestra diócesis de San Sebastián sigamos tan chatos, oscos y toscos con la homosexualidad. No es bueno censurar y reprimir la sexualidad y mucho de esto se ha hecho y se sigue haciendo en la iglesia. Me da pena. Se ha intentado domesticar el instinto sexual humano y parecía que era/es inmoral la búsqueda del placer sexual sin finalidades reproductivas. Me preocupa esta represión de todas las prácticas sexuales que no tengan como fin la reproducción. Hoy, sobre todo las religiones del Libro (cristianismo, judaísmo e islamismo) siguen condenando la homosexualidad, así como cualquier expresión positiva y madura de la sexualidad humana. La base del evangelio no es la condena sino la comprensión y el amor. Es importante que en la Iglesia una persona de orientación homosexual sea ayudado y acogido y ayudar a integrar mejor su vida afectiva aunque sea con una persona del mismo sexo. Creo que hoy Jesús de Nazaret acogería esta realidad y no la condenaría. No conozco ninguna cita evangélica que lo condene. Solo dos citas del Antiguo Testamento (Levítico 18,22; 20,13; Gén 19) y otras dos de Pablo (1 Cor 6,9-10; Rom 1,24-27). Me quedo con la compañía digna y que allí donde hay amor está Dios.