Las personas parecemos insignificantes rodeadas de edificios gigantes. Así nos sentíamos subiendo la gran cuesta de Iparagirre entre impresionantes bloques de hormigón. Mirábamos hacia arriba escudriñando un trozo de cielo sin ocupar y buscábamos, sin éxito, unos rayos de sol en el asfalto. Hacía escasos minutos la luminosidad del estuario del Bidasoa nos había cegado, pero ahora nos parecía mentira. Hay calles en Artia sombrías en pleno día. Seguimos subiendo. Algunos árboles altos y robustos sobreviven en territorio hostil desafiando con su verdor el gris. Percibimos su fragancia. Por fin, un gesto amable en el barrio. Llegamos al final de la cuesta, al lado del instituto Toki-Alai. San Marcial aparece y el cielo se despliega ahora generoso. La opresión que nos ahogaba se aligera y comenzamos a respirar. ¡Qué bonita es la bella Oiasso! Pero el alivio no dura mucho. Avanzamos unos pasos y vemos a nuestros pies el polvorín de Zaisa, con sus depósitos, gasolineras y camiones extendiéndose inconmensurable y amenazadoramente. ¿A dónde irán sus aguas menores? ¿Al río Bidasoa tal vez? ¿Quién se traga sus malos humos y flatulencias?"Nosotros", responde desde atrás uno de los cuatro vigorosos fresnos amenazados por la ampliación del parking de Bienabe Artia. En sus 30 años de vida estos fresnos han dado hogar a los pájaros y sombra y oxígeno a Artia. El Ayuntamiento planea descuartizarlos para conseguir cinco innecesarias plazas de aparcamiento. Antepongamos la salud pública a los intereses privados. Salvemos los cuatro fresnos.