Tengo muy claro que hay que distinguir entre el arbitraje profesional y el aficionado. O entre el arbitraje de Primera División y el resto. El de la elite está totalmente desacreditado, en primer lugar, gracias a la televisión, que ha demostrado el doble rasero de los trencillas a la hora de juzgar a los grandes y al resto, por ejemplo, cuando son insultados por figuras como Sergio Ramos o Piqué, a los que perdonan lo que no pasan al resto. Y luego está el VAR, que más que una ayuda, está dejando su prestigio a la altura del suelo. Lo ocurrido con Illarramendi es de juzgado de guardia. El árbitro y el VAR premiaron al mentiroso jugador del Betis y castigaron gravemente al inocente. Ejemplos de lo que hemos sufrido en la Real todos los domingos en casi todos los campos.