Parece que cuando las órbitas de determinados astros se cruzan se produce la hecatombe y conviene recodar el consejo de Iñigo de Loyola: “En tiempos de crisis no hacer mudanzas”. Algunos son fenómenos de la naturaleza y los políticos lo consideran fatalismo, aunque para la ciudadanía es impericia o consecuencia de la ambición humana. El común se limita a cuidarse aplicando el sentido común en espera que escampe, con pocas esperanzas de que los políticos cesen su verborrea que solo complica sus problemas. Filomena es un fenómeno de la naturaleza, pero de qué sirve prever el cambio climático si hay que escuchar las monsergas empalagosas de Fer, el inefable ministro de Interior. O al inmutable Ábalos, el de Transportes, que ignora que en invierno hace frío y la nieve en las carreteras es un meteoro que convierte en inútiles todos los planes en caos circulatorio, sobre todo cuando no se prevén o no leen los partes de los meteorólogos, mientras las cunetas se llenan de vehículos y los viajeros esperan en vano el milagro imposible. También el COVID-19 es un fenómeno imprevisible de la naturaleza si a pesar de los síntomas inequívocos de que nos hallamos al límite de la capacidad del planeta consecuencia del consumo enloquecido, poderosos nos imponen mantener la actividad para acumular beneficios hasta agotarlo. Venturosamente a Donny Trump le han quitado el móvil y cesará de enviar mensajes. Es un consuelo, sobre todo si logramos llegar al día 20 y que los invasores del Capitolio permitan proclamar a Joe “ gran jefe del consejo de ancianos”. Ojalá que Jake Angeli encuentre un puesto de su profesión de stripper. Trump no piensa asistir a la ceremonia y trata de autoperdonarse para librarse del impeachment. BoJo es el verso suelto del brexit que confía en arruinar a la UE reactivando la Commonwealth y firmando importantes tratados comerciales con Luxemburgo, Andorra, Gibraltar y otras potencias mundiales.