¿Dónde está mi bebé? Joseph ha muerto ahogado con seis meses. Se lo ha tragado el Mediterráneo frente a las costas de Libia, al naufragar la barca donde viajaba, mientras su madre gritaba desesperada: “¿dónde está mi hijo?”. Irungo Harrera Sarea ha podido acoger a otros Joseph y otras madres, pero a ellos dos no los conoceremos.Joseph y su madre, como todas las personas que deciden o se ven obligadas a migrar de África, Asia, Latinoamérica, de los países empobrecidos por el rico Norte, han sido obligados a hacer un viaje espantoso, un viaje que podrían haber hecho de manera segura y digna. Pero no. La UE y los países que la componen hace mucho que ha decidido que no, y lo único que hacen es tomar medidas cada vez más inhumanas y crueles para impedir a estas personas viajar. Este viernes Senegal celebra una jornada de duelo por sus más de 400 ciudadanos muertos en el mar en las últimas semanas. Guinea Conakry, Malí, Costa de Marfil, Nigeria, casi toda África podría unirse al duelo. Mientras muchas de sus mujeres y hombres no tienen otro remedio que jugarse la vida en busca de un futuro o salvar su vida, los países europeos que se congratulan de proclamar los derechos humanos, deciden no evitar e incluso propiciar su muerte. Casi homicidas podríamos decir, ponen todo su aparato militar, tecnológico, político y legal, en fin, lo que haga falta, para impedir que lleguen a esta orilla. Incluso hasta llegar al extremo de prohibir trabajar a las ONG dedicadas al salvamento, en esa tumba cada vez menos improvisada que es el Mediterráneo. No quieran confundirnos, no nos hablen de tráfico y mafias. Estas son la consecuencia de sus medidas, no la causa. La UE prepara un escenario cruento, el mar hace el resto. Y no deja pruebas. Las familias de estas personas nunca sabrán si han muerto o han llegado a algún lugar. Tendrán que vivir con la desazón de por vida. África, como el resto de los países empobrecidos no se merece el racismo, la xenofobia, la muerte y la explotación a las que la somete la UE. La ciudadanía europea no se merece a estos gobernantes. ¿O sí? “¿Dónde está mi hijo?”, gritaba ella. Dónde están la justicia y humanidad sobre las que se fundó Europa, decimos nosotras. No en las políticas migratorias racistas, ni por asomo en las fronteras militarizadas. Ahora mismo arden en los campamentos de personas refugiadas de Grecia, las ahogan en el Mediterráneo. Pero mientras sigan desaparecidas y asesinadas, movimientos sociales como Irungo Harrera Sarea seguiremos luchando por la libertad de circulación para todas las personas, por unas vías seguras para migrar, por una acogida digna. Y quizás tendremos la oportunidad de devolver a nuestras sociedades europeas la humanidad que entre muchas, se empeñan en arrebatarnos. Acogeremos a otros Joseph, otras mujeres y hombres que nos ayudarán a recuperar esa humanidad.