Me gusta el prisma porque descompone la luz en colores; hasta los que no se ven. Me gustan los que juegan con los pensamientos, los que bailan con las palabras, con líneas y colores. Me gustan los que domestican ecos en pentagramas y lo cantan en las cúpulas de ermitas y catedrales en forma de coro u ochote. Me encantan los olores a fruta, a caricias, a sudor y a beso. Amo la desnudez del mármol, los nervios del olivo y el vidrio líquido. Piensa en los que manejan esos elementos de belleza y ponles nombre propio. Yo los tengo apuntados en mi pizarra de agua tibia, en la pared de mi mente. Me gustan las letras árabes, las chinas y el alfabeto griego. Me gustan los microscopios muy grandes y los telescopios pequeños, que nos muestras los orígenes de la vida. No me gustan los cementerios por muchas flores que haya. Me gustan las manos y los pies, los ojos y los labios de cualquier ser. Yo, con Machado, amo los mundos sutiles, ingrávidos y gentiles, verlos volar y quebrarse. Amo los pensamientos, algunos aunque no los entienda; o quizás por eso. Y todo eso, a pesar de la que está cayendo.