El otro día paseando por el Parque del Mundo me encontré con un anciano que decía poder hablar con los gatos. Como Satoru Nakata en Kafka en la orilla, la novela de Murakami, me dije sorprendido. Intrigado, decidí escuchar a aquel anciano que transmitía sabiduría con la mirada.Tenía miedo de que nadie le creyese. Me confesó que un entrañable gato mandarín empezó a hablarle sabiendo que él era uno de los elegidos que podía comunicarse con los morrongos. Esta especial habilidad le había llegado con el fin del confinamiento. La Asamblea de Felinos había decidido que, puesto que el anciano siempre se portaba bien con ellos, y dada su nueva habilidad, quizás podría ayudarles con una cuestión que les preocupaba. El gato de nombre desconocido le comentó que le parecía desproporcionado el alcance mediático que estaba adquiriendo la cuestión de las colonias de gatos en la ciudad.Llegados a este punto la comunidad felina estaba muy indignada porque no se les diera voz desde ningún medio o institución. Si ellos son el origen del conflicto, ¡qué menos que contar con ellos! Más aún cuando en redes sociales hay quien aboga por una eutanasia masiva de su especie. En un momento de la conversación con el abuelo aumentó su agresividad: "Si por cada vez que los humanos fuerais parte de un problema tomáramos medidas radicales en vuestra contra, ¡no quedaría uno solo de vosotros sobre la faz de la tierra!", dijo irritado.El gato sin nombre estaba molesto por la cantidad de amigos suyos que habían sido abandonados por sus dueños. Se preguntaba por qué esos malnacidos que eluden su responsabilidad y los abandonan en cualquier sitio -incluidos contenedores de basura- siguen sin enfrentarse a duras sanciones. Entendía la preocupación de algunos vecinos, pero le dolía que se atacara a voluntarios que colaboran para que se hagan las cosas bien a través del sistema CES (captura, esterilización y suelta). Incluso estaba dispuesto a apoyar que los repartidores de comida no acreditados pudieran ser amonestados: "Fue difícil pero la asamblea lo aprobó por un voto de diferencia", dijo orgulloso el esbelto gato javanés.La última indignación del minino mandarín estaba relacionada con la capacidad que tienen los humanos de pasar los marrones a los demás. Lo decía porque se les relacionara con la proliferación de cucarachas. "¡Los humanos resolver vuestros problemas!", dijo malhumorado mientras se alejaba del parque con aires de líder sindical. Ya desde la lejanía, se dio la vuelta, y sorprendiendo al hombre con su nivel de actualidad humano-informativa le dijo: "¿Tu crees, abuelo, que la huída del rey emérito justo en agosto es pura casualidad? ¿O responde a un estricto ordenamiento matemático?".