La pandemia me ha servido para aprovechar y ponerme al día con mi lectura atrasada. A la narrativa le puedo dedicar poco tiempo. Por esta razón, en pendientes, tengo sobre mi mesa, el último trabajo de Rafael Aguirre Franco, Turno de noche. Un pequeño libro por mediación del cual retomaba el género narrativo. Hay que recordar que fue Premio Ciudad de San Sebastián de relatos y de novela Guipúzcoa 1967.En uno de los tomos de la Enciclopedia General del País Vasco publicó su obra monumental (752 páginas), no superada hasta el momento, sobre los Juegos y deportes vascos. Por mi parte, le edité un resumen de ese trabajo, que cumplió dos ediciones.También le publiqué El Cantábrico entre la vela y el vapor: una cultura común (1994), que conoció varias ediciones. Conocía bien la costa, era un buen deportista, y con su pequeño batel solía realizar en solitario numerosas travesías por la costa, a remo.Este abogado donostiarra fue el “alma mater” del CAT, la entidad que desde el Ayuntamiento de San Sebastián hacía lo que podía, con escaso presupuesto, para promocionar nuestra ciudad. Fue un profesional del tema. Buena prueba de ello es su publicación El turismo en el País Vasco. Vida e historia (1995). De carácter conciliador, vivió tiempos muy convulsos. Todavía recuerdo cuando me llamó por teléfono: tenía que presentar al Ayuntamiento una terna de candidatos para dirigir el Festival Internacional de Cine, y nadie quería figurar en la lista.Su puesto era muy apetecible. Los nuevos ayuntamientos rápidamente se plantearon que debería de ser ocupado por un político. Le cancelaron el contrato. No fueron con él ni educados ni agradecidos. Rafa nunca se quejó, pero me consta que le dolió.Un escritor solo desaparece cuando no ha producido. Rafael Aguirre Franco puede descansar en paz.