Me está costando Dios y ayuda encontrar en las farmacias mascarillas del tipo FFP2, FFP3 o Kn95 con válvula respiratoria. Huelga decir que en la selva online este tipo de mascarillas se pueden conseguir sin problema. Pero, además de tener unos precios desorbitados, si decides comprarlas, debes ponerte al día en la legislación que regula las EPI -grabados y etiquetados que obligatoriamente deben tener-, si no quieres llevarte a casa gato por liebre. El caso es que, a pesar de que ahora las farmacias, e incluso en los supermercados, se están abasteciendo sin problemas de mascarillas EPI, siguen sin ser dispensadas con válvula. Seguramente, el lector se estará preguntando por qué me ha entrado esa paranoia de querer comprarlas con filtro respiratorio. Pues ahí va la explicación: hay personas que sufrimos de disnea -problemas para respirar- porque padecemos de problemas cardiacos, neumológicos, asma, u otros. Y hay personas que, por su avanzada edad, también la sufren. Las mascarillas, como de sobra se sabe, producen resistencia en la inhalación y exhalación respiratoria. Tan es así, que en los envoltorios que vienen, se advierte a los sanitarios que deben tener mucho cuidado a la hora de colocársela a un paciente si este sufre de alguna de las patologías ut supra indicadas. El otro día leí una directriz del ministerio de Sanidad que aconsejaba lo siguiente: “Las mascarillas con válvula no deberían utilizarse en ambientes estériles, ni tampoco en el caso de pacientes infectados con COVID-19”. Y entendí, entonces, por qué no se venden. Cuando terminé de leerlo, me asomé a la ventana y observé como un octogenario que daba un paseo se quitaba su mascarilla quirúrgica y se la metía al bolsillo, porque le creaba disnea. ¡Parece que es peor el remedio que la enfermedad! Creo que Sanidad debe reflexionar sobre esto y encontrar cuanto antes una solución.