A las puertas de una recesión económica histórica y que apunta que será larga, establecer prioridades es un acto de sensatez. Lo digo porque, debido a la pandemia, la Diputación foral se ha visto obligada a posponer varios proyectos en marcha, entre otros el plan de reforma (eufemismo de derribo) del Koldo Mitxelena. Desde el minuto uno, socios y usuarios mostramos nuestro rechazo al plan por innecesario, ostentoso y costoso. Nada menos que nueve millones de euros (sin contar el mobiliario), que presumiblemente se quedarían cortos. Ni que decir tiene que la incertidumbre económica aconseja que ese desembolso y los de otros planes se destinen a los ámbitos más vulnerables. Por otro lado, el Koldo que conocemos es una joya que funciona perfectamente gracias a los profesionales de atención al usuario, no vemos razón alguna para que sea víctima de la piqueta. En su momento, el alma máter del plan hizo caso omiso a las reiteradas quejas de intelectuales y doctos, aparecidas en los medios escritos en contra del proyecto. Afortunadamente para la cultura, dicho mentor ya no ejerce por aquí. Por consiguiente, esperemos que su sucesor en el cargo reflexione y, en lugar de posponerlo, dé marcha atrás al proyecto tirándolo definitivamente a la papelera.