Si como muchos afirman la solución es una economía sostenible, tenemos el deber de invertir perentoriamente este modelo económico y productivo que los gurús financieros neoliberales alimentan con el inadmisible y trasnochado mantra de un crecimiento ilimitado. Estamos en el punto de no retorno y resulta muy preocupante seguir escuchando que si una economía no crece un determinado porcentaje cada año, dependiendo de la capacidad de cada país, y así hasta el infinito, se entra en recesión. La realidad es que como nuestro mundo es limitado, consumir varias veces lo que nuestro planeta es capaz de regenerar cada año es tarea de locos suicidas. Por ello, el crecimiento eterno debe dejar de ser visto como la panacea y pasar a ser visto como azote de la vida para que encontremos la senda de un nuevo modelo financiero que no fomente el consumo y que reparta la menor riqueza para que todos podamos vivir dignamente. La inacción no está permitida: su coste es inasumible para nuestros descendientes.