Decía uno de los Sabios de Grecia que los jueces deben ejercer su misión buscando la armonía entre las partes, siendo preferible una paz endeble que una sentencia inhumana. Este no parece el criterio de Marchena, a quien calificó un periódico alemán como "hombre del desierto" dado su aspecto rifeño y a que nació en El Aaiun, ex Marruecos español. Su padre fue capitán del Ejército cuya misión era defender con las armas los intereses de la metrópoli. Estudió derecho en Deusto y sacó la oposición de fiscal. Es de aclarar que ser fiscal y no juez imprime carácter, pues además de vinculado a la vida militar, como fiscal depende jerárquicamente del Gobierno al ejercer la acusación, no así los jueces que solo dependen de las leyes. Según sus hagiógrafos acumula en su mente todas las leyes, disposiciones y normas de la justicia española, lo cual le otorga gran prestigio entre los de su profesión, pues el sistema de selección para el ingreso en la judicatura se basa en pruebas memorísticas diabólicas, aunque ello no presuponga que sean justos o que humanicen la justicia. Ha dirigido el procés, cuya sentencia ha dejado insatisfechos a todos, pues es imposible redactar una sentencia que no le saquen los colores en tribunales europeos cuando las penas están previamente decididas por los poderes fácticos. Es evidente que los cargos significativos de la justicia están sujetos a exigencias políticas y no solo en lo relativo a los conocimientos de leyes. El padrinazgo es decisivo, ellos mismos lo reconocen. Es de señalar que la sentencia del procés está trufada de errores porque se han tenido que retorcer las leyes.. El resultado es que la sentencia ha sido impugnada y ridiculizada por el Abogado General de la UE, provocando una crisis en la justicia española cuyo final ni se vislumbra.