Virgencita
Lo primero que debemos demostrar a quienes amenazan con cargarse nuestros Derechos Históricos, sobre todo el Concierto y el Convenio Económico, es que creemos en ellos
Aunque asoma de vez en cuando en entrevistas, mítines, ponencias y documentos del mundo abertzale de ambas veredas, lo cierto es que la cuestión del nuevo estatus, el derecho a decidir y todas sus variantes se encuentra, a día de hoy, con menos pulso que Adnan Januzaj en sus tardes más ociosas de Anoeta. Esa es la realidad, por mucho que se empeñe el españolismo vasco representado por Eneko Andueza y Javier de Andrés en tratar de advertir de lo contrario, convencido como está de que un nuevo arrojo soberanista le beneficiaría en las urnas. Ciertamente, se está demostrando que la bonanza electoral no es incompatible con la quietud en la materia; es más, hay quien opina que el citado apogeo se debe en parte a ello.
No se trata de criticar a nadie, sino de constatar un hecho. Tampoco es de extrañar que la inacción se produzca, ya que es asfixiante el clima de acoso que está viviendo nuestro autogobierno, sobre todo en materia de financiación y relaciones tributarias de las dos comunidades autónomas de Hegoalde con el Estado español. Clima, dicho sea de paso, que no solo lo crea y alimenta la derecha y ultraderecha española. Es tal vez por ello por lo que hay quienes han inferido que lo que ahora toca es aguantar el chaparrón. Rogarle a la virgencita que nos quedemos como estamos. O, en versión más ignaciana, no hacer mudanza.
Si es más o menos esa la lectura realista de este convulso momento, conviene que la dirigencia política abertzale apure la prudencia a la hora de elevar propuestas en torno a materias sensibles. Lo primero que debemos demostrar a quienes amenazan con cargarse nuestros Derechos Históricos, sobre todo el Concierto y el Convenio Económico, es que creemos en ellos, que no renunciamos de facto a ellos. Quién sabe, tal vez llegarán tiempos más aptos en los que podamos abordar debates que ahora se antojan arriesgados. Quién sabe, hasta Adnan Januzaj despertaba a veces de su letargo y nos ofrecía momentos de gloria.