Estaba el año en las postrimerías cuando supimos que la Audiencia de Barcelona arrojó a la papelera la llamada trama rusa, inventada por el juez Joaquín Aguirre, quien ha optado por jubilarse tras recibir una severa reprimenda en una resolución en la que se le acusa de maniobras irregulares. Recordemos que la supuesta trama fue una fabulación insidiosa que consistió en endilgar a Carles Puigdemont y su entorno malévolos lazos con Vladímir Putin para alcanzar la independencia de Catalunya.
Cabe recordar que aquella maniobra de guerra judicial –llamada ahora lawfare por los modernos– fue diseñada por el citado juez y jaleada por la derecha mediática y política, faltaría más. Pero también es obligado subrayar con repulsión que fue el ofídico Gabriel Rufián quien se convirtió en el mayor propagandista del delirio. Sí, el mismo personaje de las 155 monedas de plata, el ínclito diputado que solo estaría 18 meses en Madrid, tuvo esta vez otra ocurrencia diciendo que, efectivamente, el sector del independentismo que él tanto odia lo constituían aprendices de James Bond. Qué más quería el facherío que este bufoncito confirmara sus tesis y les diera además un titular ingenioso.
La canallada fue en realidad mayor, porque las citadas declaraciones, estamos hablando de marzo de 2022, las hizo el de Santa Coloma en respuesta a una pregunta de Javier Negre, uno de los periodistas provocadores a los que no contesta, arguyendo que no participa de burbujas mediáticas de la ultraderecha. Resulta que precisamente ese día, tratándose además de su entonces socio de gobierno de la Generalitat, Rufián sí atendió al susodicho y contribuyó con placer a burbujear la mierda. Suponemos que forzado por su partido, al día siguiente manifestó que si alguien se había sentido herido, se disculpaba. Maldita manía de pedir disculpas en condicional, que es como no pedirlas. La verdad es que pocas dudas caben de que, en el fondo, estaba muy orgulloso de su hazaña.