Desde que alguien (o algunos) decidió (o decidieron) crear Sumar como una versión 2.0 de Podemos, nada les ha ido bien a los que aún conforman ese mundo. Sobre el porqué de tal decisión hablaremos otro día, porque no es cuestión menor. Lo cierto es que desde que fue ungida por Pablo iglesias como nueva líder del espacio, Yolanda Díaz no ha dado casi ningún paso en la línea correcta. El motivo –o uno de ellos– tampoco resulta difícil de adivinar: rodeada de expodemitas ávidos de venganza, puso en marcha un ajuste de cuentas que, de no reconducirse, va a terminar por hundirles. Lo hizo, además, impulsada por un apoyo mediático que, ingenua ella, considera se le está ofreciendo por su valía y no para cargarse definitivamente al ya incómodo partido morado.

Una cosa es que los agraviados tengan infinidad de motivos para quejarse de las tropelías que antaño cometió con ellos la vanidosa corte de Pablo Iglesias; pero otra que con su injustificada soberbia tropiecen ellos mismos en la misma piedra. Porque difícilmente se puede calificar de diferente manera lo que ha sucedido en cuestiones como la confección de las listas electorales o la conformación del gobierno de Pedro Sánchez. Dicho de otra manera, da la extraña sensación de que se están enfrentando el hambre y las ganas de comer. Las ganas de devorarse, para ser más precisos.

Concluida la extraña romería de Galicia, la fiesta parece continuar en la única comunidad de la Euskadi peninsular donde corresponde celebrar elecciones esta primavera. La propuesta-postulación-imposición (o lo que sea) por parte del yolandismo local de una persona con nómina en Podemos parece más una provocación que otra cosa, muy en la línea de lo que hicieron en Madrid con Nacho Álvarez hace dos meses. Solo quien no desea acuerdos obra de esa manera. Produce desazón que un espacio que consiguió ser la fuerza más votada entre nosotros se descomponga de esta manera. Un espacio muy necesario, dicho sea de paso.