Debo admitir que me ha producido casi más repugnancia la reacción de Andrés Sendagorta sobre la actuación de la banda de descerebrados tosigosos del Congreso de Empresa Familiar ante el lehendakari, que el hecho en sí. Lejos de disculparse, reaparece el ampuloso empresario instruyéndonos sobre la necesidad de hacer pedagogía sobre el euskera. Y lo hace también emperifollando una frase entre cursi y mamarracha, en la que alude a la singularidad de nuestra lengua, que además -dice- es un tesoro. Él sí que es una perla.

Recuerda mucho su blanqueo al que históricamente nos ha habituado el clan de los Gil con otros ultras, los del Atlético de Madrid. En el fondo, el motivo es el mismo: difícilmente pueden criticar y reprender actuación alguna, si en realidad están orgullosos de ella; se sienten parte de la cuadrilla. Tratar de circunscribir al ámbito de la pedagogía una cuestión de ideología resulta tramposo a más no poder. Ideología reaccionaria, amén de impenetrable, dicho sea de paso. Ni un máster en pedagogía podría hacer entrar en cordura a estos mastuerzos que hacen de la tos y el carraspeo sus particulares barricadas mentales.

El lehendakari Iñigo Urkullu, interrumpido por los empresarios al hablar euskera

El lehendakari Iñigo Urkullu, interrumpido por los empresarios al hablar euskera N.G.

Como al señor Sendagorta le dio por doblar la apuesta, son ya dos las disculpas que nos debe. Conociendo el percal, tampoco descartemos que esté ya preparando un sesudo (ejem) artículo para publicarlo en algún diario de su cuerda. Sea esta la vía elegida o sea otra, lo que está por ver es si va a seguir cabreándonos o va a decirnos que lo siente mucho, que se han equivocado y que no volverá a ocurrir. Como hizo aquel rey de una monarquía corrupta a la que él y su gente tanto admiran, tal y como se ha comprobado en su Congreso de Bilbao. Visto lo visto, cuestión diferente es que, llegado el caso, le creamos.