Elkar Fundazioa lleva algunos años otorgando dos premios en torno a la cultura vasca: uno bianual para la puesta en marcha de nuevos proyectos y otro anual para agradecer largas trayectorias colectivas. Ikastolen Elkartea recibirá este segundo galardón mañana en Aduna, en un acto al que también se ha incorporado un merecido homenaje al recientemente fallecido Joan Mari Irigoien. En su exposición de motivos, la fundación ha subrayado la labor de las ikastolas durante las décadas de los 60 y 70 como germen en la euskaldunización de la enseñanza y su carácter nacional; esto es, su presencia en los 7 lurraldes de Euskal Herria.

Leída la comunicación, se vislumbraba difícil que el reconocimiento recabara rechazos fuera del perseverante ámbito antieuskaldun. Pero no ha habido manera; hay quien, indignado, ha anunciado en las redes sociales que a partir de ahora no gastará ni un euro en las tiendas de la fundación premiadora. Tal actitud ha recibido el aplauso de unas decenas de personas, algunas de ellas habituales en el debate que se está produciendo en torno a la escuela pública y las ikastolas concertadas, con la Ley de Educación como trasfondo. Habrá quien diga que se trata de una cantidad pequeña de personas, pero la cuestión no deja de ser preocupante.

La reivindicación de la escuela pública es tan legítima como necesaria, como lo son las críticas que desde ciertos sectores sociales se lanzan al Proyecto de Ley ahora en trámite, o las refutaciones que se hacen de las medidas que se ponen en marcha por parte de la administración. Asistimos a una interesante discusión pública que esperamos concluya con un amplio consenso. Pero, se tenga en 2023 la opinión que se tenga sobre el actual sistema educativo, cuestionar un premio otorgado por una inmensa labor de complicadísimas décadas y decidir además boicotear a unas librerías debido a ello, indica que a algunos su aversión se les está yendo de las manos.