Cada vez que le llaman giputxi, uno se ve obligado a matizar que no es lo mismo ser ciudadano de Gipuzkoa que merecer tal apelativo. No tenemos aquí espacio suficiente para desarrollar el asunto, pero valga como ejemplo que cuando nuestro difunto padre volvía de la Fonda de Urbia cualquier domingo, distinguía muy bien la cantidad de oñatiarras y vecinos más allá de Udana y San Adrián (Giputxak) que habían estado en el hamaiketako. Comienza a suceder justo lo contrario con el término leinztarra, que siendo como es un gentilicio que abarca un valle entero, las nuevas generaciones lo relacionan cada vez más –y exclusivamente– a Leintz Gatzaga.

Aunque originario de Arrasate, era alcalde de ese pueblo Eugenio Otsoa Ugalde, fallecido ayer. Un hombre volcado con los suyos que, a pesar de múltiples intentos, no siempre consiguió que su sucesión se produjera de manera definitiva. Es más, Leintz Gatzaga fue el único municipio de nuestro territorio en el que no hubo elecciones municipales el año 2019. Siete meses más tarde, Eugenio se vio obligado a retomar, por responsabilidad, la vara de alcalde. Su compromiso con el pueblo le empujó a ello, a pesar de los inconvenientes que tenía para seguir ejerciendo como primer edil.

Estando como estamos ante unas nuevas elecciones, es evidente que las dificultades para confeccionar las listas electorales son cada vez mayores. En localidades pequeñas como la de Eugenio resulta dificultoso que sus habitantes se impliquen en la gestión municipal. Tal es así, que en cada vez más pueblos carecen de candidaturas expirado el plazo para presentarlas o, también sucede, pasan a regir el municipio paracaidistas que necesitan del GPS cuando acuden a tomar posesión de sus cargos. Ahora que queda poco tiempo, piensa uno que no hay mejor homenaje a Eugenio Otsoa que mojarse desde cada ayuntamiento en el día a día de sus conciudadanos. Como él hacía.