Cacao maravillao era una expresión usual en los espacios televisivos de hace unas cuantas décadas para definir situaciones de complejidad social, sometidos a cambios, tensiones y vacilaciones ciudadanas que sometían al personal a novedades, mixtificaciones y agitaciones sociales de variado orden. Son tiempos de elecciones sobrevenidas, con procesos electorales, que amenazan con marear al personal con tanta idea y venida, con tanta promesa y rollo reivindicativo. Son tiempos para no cumplir las promesas dadas, para atacar a izquierda y derecha, para jugar a la media verdad, la media mentira en el escenario del ágora que resuena con lo prometido, lo no cumplido, lo dicho y lo esfumado. Los medios se vuelven locos con tanto vaivén continuado y diario que acaba con la paciencia de los ciudadanos que ven cómo los candidatos juegan a ganarse una sustanciosa pasta que les permita vivir con holgura y privilegios. La naturaleza del candidato busca captar la voluntad del elector en el momento de depositar la urna. Y este fin enmascara todo tipo de modos, estrategias y simulaciones que flotan en el panorama de la sociedad en período electoral; y la situación se complica cuando se encadenan elección tras elección, que diríase transitamos por las elecciones con soltura y desparpajo. Los debates son la estrella iluminadora del firmamento mediático, que se disputan tirios y troyanos en un ejercicio de pugilato dialéctico en las jornadas electorales en las que todos buscan el cao dialéctico que deje en ridículo las estrategias de los contrincantes, llamados a combatir en el ring de la tele. Cacao maravillao para confundir, atosigar y confundir al rival. Todo sea por el exigente triunfo de unos sobre otros.
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