Va para un mes de las inundaciones de Valencia y el presidente de la Generalitat, desaparecido no se sabe dónde buena parte de aquella tarde, sigue en su puesto, después de haber destituido a un par de consejeras relacionadas con los hechos de aquel día que no se olvidará en años. En una actualidad que se devora a sí misma y que deja en el olvido las situaciones de un día para otro, no obstante siempre quedan hechos que por su calado social y trascendencia trascienden épocas, posiblemente por décadas y décadas. Seguramente estemos ante uno de ellos. Y seguramente estemos ante uno de los hechos políticos más insólitos de la ya de por sí insólita profesión política de España, cual no es otra que la permanencia en el cargo del tal Mazón, situado la citada tarde según su versión en un restaurante de Valencia ofreciendo un puesto a dedo al que se accede por oposición pero cuyo verdadero paradero y compañía siguen siendo objeto de numerosos chismes, debates y rumores. El hecho evidente es que mientras Chiva se inundaba desde las cuatro de la tarde y por mitad del pueblo la Rambla del Poyo afilaba su caudal asesino que se desataría del todo unos cuantos kilómetros más abajo, el tal Mazón y su gobierno andaban a por uvas y así estuvieron unas cuantas horas más, cuando ya era tarde para tomar decisiones que hubiesen salvado algunas vidas. Pues va para un mes de aquello y, aquí sí, las estrategias posteriores de reparto de culpas y la sucesión de errores de unos y otros sí que parece haber mermado siquiera en parte el asombro ante la evidencia alucinante de que el hombre siga en su puesto como si tal cosa, como si el mero hecho de ausentarse de su obligación medio día en mitad de una alerta roja y de las inundaciones más terribles de la historia no fueran motivo suficiente como para nombrar un relevo, firmar un papel y coger la puerta. Un país así no lo encuentras fácil.