En la temporada 2003-2004, hace exactamente 20 campañas, debutaba en la NBA Lebron James. 20 años más tarde, James es el máximo anotador de la historia de la Liga, ha ganado cinco títulos con tres equipos diferentes y esta semana metió 19 puntos y cinco triples para liderar la remontada de los Lakers ante los Clippers. Promedia 25 puntos por partido a sus 39 años, algo nunca visto en la Liga y demuestra –como lo vienen demostrando algo más jóvenes pero también los muy veteranos Curry y Durant– que la longevidad de los deportistas en el siglo XXI ha adquirido una nueva dimensión, llevando a ciclistas, atletas, futbolistas y toda clase de deportistas hasta edades en las que antes solo aparecían dos o tres casos contados. Ayer mismo comenzó su 21ª temporada en la Fórmula 1 el incomparable Fernando Alonso, a los casi 43 años, tras la espectacular campaña pasada en la que se subió a ocho podios para acabar cuarto en el Mundial, una posición que aspira a repetir o a mejorar en este curso, a la espera de saber qué hace con su carrera deportiva en 2025, si se retira, si sigue en Aston Martin o si ficha por Mercedes, que deja vacante una plaza por el paso de Hamilton a Ferrari. Un ejemplo de duración en lo más alto de un deporte absolutamente exigente que demanda de los pilotos una resistencia física a prueba de bombas y unos reflejos, concentración y manejo de los nervios que resulta increíble comprobar que aún mantiene Alonso bien pasada la cuarentena. Son dos ejemplos de un deporte mundial en el que los mitos también son capaces de estar o a su máximo nivel o muy cerca pasados 20 años de su debut, lo que también nos habla de los evidentes avances en campos como el entrenamiento, la nutrición, los descansos y la preparación. Sin genialidad y trabajo, eso sí, esto sería impensable, porque solo los elegidos llegan y solo los muy elegidos de entre estos se mantienen ahí arriba media vida.