Esta será arriba o abajo la columna tropecientos de la temporada, pero llevaría similar contenido si fuese la 70 o la 1 o la 20 de la campaña pasada o cualquiera de 2020: aquí de lo que se trata es de frenar lo más posible a la carcundia que avisan que viene o que directamente ya tenemos entre nosotros, no sólo vociferando sino ostentando cargos institucionales y cuotas de poder impensables hace cuatro años. Están aquí ya, dispuestos a hacer retroceder en diez minutos derechos laborales justísimos y valiosísimos alcanzados tras décadas de esfuerzo, dispuestos a arrebatar a las mujeres conquistas obtenidas con sangre y dolor, dispuestos a hacernos retroceder vete a saber hasta qué década del siglo pasado o incluso hasta qué siglo. No osaré decir que la legislatura haya sido una delicia y por supuesto se han cometido errores importantes, pero en asuntos cruciales se ha avanzado y soportado muy dignamente una pandemia mundial y una guerra europea. Tampoco osaré decir que hacer un frente común ante PP y Vox signifique dar carta blanca a PSOE y Sumar o que su devenir político estos últimos cuatro años haya sido espléndido. No se trata de eso. Se trata de que con el beneplácito de sus hermanos mayores, con los que siempre estuvieron en la sombra, Vox se presenta como un auténtico retroceso económico, social, moral y ciudadano y se trata de que el PP no va a tener problema alguno en apoyarse en ellos, más allá de escenificaciones aquí y allá para ir salvando la cara. Se trata de eso, de que no marquen la agenda de este país las ideas retrógradas de unas personas que hace ocho años eran 3.000 o 15.000 y que han llegado hasta aquí sin ningún motivo real para haber llegado y sí aupados por corrientes mundiales de extrema derecha y mucha connivencia de los principales medios de comunicación. El 23 de julio hay que votar y hay que votar para parar a esta gente.