Es curioso observar cómo las EPSV –en donde hay que distinguir de una manera clara y tajante entre las que son de empleo, que se nutren de la aportación de las empresas y sus trabajadores, y las individuales, promovidas por los bancos como un producto financiero destinado a sus clientes bajo el señuelo de la previsión–, se han convertido de la noche a la mañana en un claro objeto de deseo para formar parte de los instrumentos financieros necesarios para llevar la operación de arraigo de empresas en Euskadi en la que está empeñado el Gobierno Vasco, cuando hasta hace muy poco –fundamentalmente, las de empleo–, han sido totalmente ninguneadas por las instituciones, obviando su determinante contribución al bienestar social de hoy y de mañana.
En los casi 30 años de existencia de la primera EPSV de empleo que se creó en Euskadi no han existido por parte del Gobierno Vasco políticas activas de fomento y desarrollo de este modelo complementario de las pensiones públicas, a pesar de conocer el importante papel de cohesión social que desarrollan, sobre todo en las clases medias y bajas, desde una base intergeneracional que supone un empoderamiento financiero no solo de los actuales jubilados, sino de los jóvenes que mañana serán también pensionistas.
Las Haciendas forales se han mostrado históricamente renuentes a favorecer fiscalmente el modelo de las EPSV de empleo, a través de las deducciones fiscales de las aportaciones de trabajadores y empresarios y, en un afán recaudatorio, sin entender la filosofía que subyace en estas entidades que es el de complementar la pensión pública a través de una renta mensual, penalizar el 100% de la base imponible del IRPF la percepción de la pensión en forma de renta, mientras que si se optaba por el rescate de capital el gravamen fiscal era del 60%.
Modificar estos gravámenes, sin sentido desde todo punto de vista, ha sido una demanda constante por parte de las EPSV de empleo hasta la reforma fiscal del año pasado, aprobada por las Juntas Generales de los tres territorios, en la que se recogía una exención tributaria entre el 30 o 40% de las percepciones de una EPSV de empleo que se cobren en forma de renta, mientras que las aportaciones tendrían una deducción del IRPF de entre el 10% y el 25%, en función de la cantidad de dinero invertida, con un tope de 8.000 euros.
Gipuzkoa
Sin embargo, a pesar de ello, sorprende que la armonización fiscal en este asunto no se haya conseguido en los tres territorios, ya que Gipuzkoa, curiosamente el territorio donde se asienta la principal EPSV de empleo de Euskadi y la más importante del Estado, grava los rendimientos de la inversión destinadas a la pensión como incremento de patrimonio, mientras que en Bizkaia y Araba están exentos de tributar.
Con este panorama, llama la atención el requerimiento que responsables de las instituciones vascas están haciendo a las EPSV para que participen en la operación de “repatriación” de empresas vascas que hasta ahora han estado en manos de inversores y fondos de capital riesgo foráneos y consolidar su arraigo en el país con el argumento de exigir una contraprestación de los beneficios fiscales obtenidos en el pasado.
Al lanzar una apelación de este tipo sería conveniente insistir en la distinción existente entre los diferentes modelos existentes de EPSV porque no todas las entidades que tienen esta denominación persiguen los mismos objetivos y responden a los mismos intereses.
Para reafirmar el argumento se destaca que las EPSV vascas solo invierten el 1% de un patrimonio valorado en conjunto en 32.000 millones de euros que gestionan, lo que a todas luces denota a primera vista una descomunal falta de compromiso con el país. Una idea que desaparece si se entra a discernir y se analizan por separado las EPSV de empleo y las EPSV individuales, es decir, las bancarias. En las primeras, entre las que se encuentran Geroa, Lagun Aro, Elkarkidetza e Itzarri, su inversión en empresas vascas alcanza al 5% del capital que gestionan, lo que a todas luces significa que el factor que tira para bajo el indicador son las EPSV individuales gestionadas por los bancos, en donde la entrada en el capital de compañías del país no parece que forma parte de sus principales objetivos prioritarios.
El llamamiento que se hace a las EPSV en general, también habría que enfocarlo de manera particularizada con las entidades gestionadas por los bancos, que ahora, al final del ejercicio, están en plena campaña de captación de recursos por parte de sus clientes, y conocer cuál ha sido y es el grado de compromiso que esas entidades financieras han tenido y tienen con las empresas de este país a través de las EPSV que gestionan, tanto las individuales como las de sus respectivos empleados.
Lo que está claro es que las EPSV de empleo no deben perder nunca su norte, que es el de administrar de la mejor manera posible y con el menor riesgo unos recursos que tienen como fin complementar las pensiones de sus trabajadores asociados. Por eso, no hay que entender las EPSV de empleo como fuentes proveedoras de unos recursos que se colocan en determinadas herramientas financieras bajo el control de terceros rompiendo de manera radical el objeto de su actuación que es la de garantizar las pensiones, incluso en situaciones muy críticas, como las que sucedieron en el año 2008 o, más recientemente, con la pandemia. Se trata, en definitiva, de gestionar el ahorro de los trabajadores. Y eso son palabras mayores.
En este sentido, las EPSV están abiertas a explorar operaciones de inversiones en favor del arraigo, aunque las conversaciones que se mantienen con los instrumentos financieros creados para ello, en el que participan entidades públicas y privadas, están todavía en fase inicial. Para ello, habría que cambiar el actual marco jurídico que establece un tope máximo de inversión en empresas no cotizadas. También habrá que conocer qué grado de compromiso adquieren las EPSV individuales bancarias en este envite inversor que se lanza desde las instituciones porque, en función de su disposición, dependerá la posición de las demás.
Geroa pentsioak
Por otra parte, hay que felicitarse como guipuzcoanos de que Geroa Pentsioak, haya sido galardonada con el premio al mejor fondo de pensiones de empleo del Estado en el año 2025 por Investment &Pensions Europe (IPE), una entidad europea referente en este sector, que ha destacado su sólida gobernanza para ofrecer una buena rentabilidad de forma constante –que en este año alcanzará el 8,26%, en línea con el ejercicio pasado–, y su destacado compromiso con la responsabilidad social.
El jurado de este galardón, que es el cuarto que recibe Geroa Pentsioak en los últimos años y donde participaron un total de 25 fondos de pensiones de todo el Estado, ha destacado el control disciplinado del riesgo, la profunda diversificación y la actuación de un equipo gestor profesional que administra un patrimonio de 3.130 millones de euros.
La estrategia de inversión de Geroa Pentsioak, que se realiza a largo plazo y de manera independiente, se centra en asignaciones conservadoras de renta fija, complementadas por renta variable y proyectos regionales socialmente responsables, es una de las particularidades de las EPSV guipuzcoana que fue tenida en cuenta por los promotores de este premio que fue entregado al equipo directivo de la entidad en un acto que tuvo lugar a finales del pasado mes de noviembre, en Sevilla. Como se puede ver, nadie es profeta en su tierra. l