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Quitarse la mascarilla y ponerse el antifaz

NO hay buena causa que no sirva para albergar una mala intención entre quienes deberían hacerla avanzar y no hay sigla que se libre de esa fatal condición humana

Quitarse la mascarilla y ponerse el antifazBONNIE CASH / POOL

Somos así, es condición de la especie. Por cálculo de probabilidades, a mayor volumen de humanos, mayor riesgo de garbanzos negros. Parecen brotar ahora en la Diputación de Almería, donde alguien hizo negocio con la compra de mascarillas –un clásico–. Se trata de cargos públicos del PP, pero no creo que haya sigla que se libre de ser utilizada en interés propio por alguno de los que se amparan en ella.

Convive la denuncia con otra sobre desfalcos en la investigación contra el cáncer en el CNIO. Una buena causa y unos responsables a los que no cabría considerar más que implicados en ella. La denuncia de desviación de contratos en los 18 últimos años no parece asociada a las siglas que ocuparon el Ministerio supervisor –PP y PSOE, sucesivamente– sino a la condición de la especie. Convendría recordarlo cuando se criminaliza a los partidos ajenos por las acciones de individuos concretos. En el caso del PP, hoy le amarga su propia medicina. 

Eso no significa que baste con cambiar de opinión de la noche a la mañana. Ahora, Donald Trump dice que sí quiere que se difundan los mensajes de su examigo Jeffrey Epstein, el pederasta. Debe de pensar que, con lo que se lleva ya filtrado, nada le puede hacer más daño. Oque no hay daño que no pueda revertir contra sus rivales.

Tanta convicción conduce al exceso y, según las condiciones ambientales, a la intolerancia. En Gasteiz se juzga por presuntas coacciones a dos decenas de personas cuya convicción les llevó a tratar de coartar el derecho al aborto. La delgada línea entre la libertad de pensamiento y la pretensión de que no exista más pensamiento que el de uno. Esa delgada línea se llama ley y hasta ahora no ha servido para regular situaciones de escrache, sean ante las clínicas abortistas o ante la casa de un político... o en Halloween acosando a una profesora por pura diversión. La humana condición del efecto de rebaño. Resulta más fácil pastorearlo hacia la obstinación o la idiotez que hacia la solidaridad.