Por fin es de noche. Tras un día de calor y sopor me encajo en la butaca dispuesto a ver en la tele algo en lo que no existan ni Cerdán, ni Sánchez, ni Feijóo. Ni la señá Ayuso del barrio de Salamanca y olé, defendiendo el idioma de Cervantes. Como si Cervantes necesitara que una voceras de trapillo defendiera el idioma que él usó para escribir una jodida obra maestra. Me irrito. Por eso busco algo sencillo e inverosímil, y lo encuentro rápido: Steven Seagal, fondón y con las horrendas gafas amarillas de su época más reciente (o menos vieja) va pasaportando malotes a tiros. Ya ni aikido ni espadas ni artes parciales. Y no es un error: en su caso eran parciales. No, ahora a balazos y a la bilbaína: “¿que ya estaba muerto? Pues cinco tiros más regalo de la casa, ahiva la hostia, que se note que hay dinero. Se es o no se es, oyes”. De pronto soy camarada del Seagal de Neguri y avanzo a su lado tiroteando islamistas y buscando un baño sin cadáveres porque me estoy meando vivamente. Un súbito apagón y mi cabeza se precipita a plomo hacia mi bragueta... pero no llega porque me despierto por el camino con un sutil crujido de cervicales.
Caminito del cuarto de baño de verdad, me arreo un par de tortas y reflexiono pausadamente gracias a que mi cerebro sigue siendo más rápido que mis ancianas piernas cuando se han quedado dormidas: si mi pelota pesa tanto como para ese desplome no puede deberse al talento (tengo el ego deshidratado y en el congelador) ergo sólo puede responder a la acumulación de toneladas de información ya inútil que no puedo borrar aunque, presuntamente, ese cerebro sea mío y sólo mío y nada más que mío. Concluyo, una vez más, que por mucho que algunos finjan no recordar asuntos desagradables... yo no me lo creo ni harto de peyote. Para olvidar algo de forma voluntaria es imprescindible evocarlo previamente, lo cual impide el olvido y abre el bucle del huevo y la gallina y maricón el último. Piensen en ello, pero no me digan nada ahora porque voy camino de la cama, que es el mejor camino según Siniestro Total, mis gallegos de cabecera junto a Os Resentidos. De un país como Galicia siempre saldrá algo mejor que Franco Iribarne, Rajoy o Núñez Feijóo (versión gafas o lentillas, que ya no sé cuál me espanta más).
Mi oreja ni se entera de su contacto con la almohada porque me he dormido por el camino. Reaparece Steven Seagal, pero esta vez en el lado malo del asunto, llevando a un niño de la mano y con una sonrisa que le encogería los huevos a un tigre siberiano muerto de hambre. Joder: sería más relajante bucear en el inodoro.