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Neure kabuz

Jon Azua

Insistiendo en un mundo de oportunidades

Aspirar al máximo valor, bienestar, desarrollo inclusivo, resulta imprescindible, es insustituible para comprometerse en construir el futuro que se quiere

Insistiendo en un mundo de oportunidadesN.G.

El pasado Viernes Santo publicaba aquí, en este diario, mi artículo quincenal en el marco de mi columna Neure Kabuz, bajo el título: ¿Una nueva era? Naveguemos sus olas favorables, en el que repasaba luces positivas que nos lleven a identificar cambios sustanciales en muchos de los paradigmas que o bien hemos dado por buenos (fruto de los cuales el mundo ha mejorado de manera extraordinaria en las últimas décadas, aunque no lo parezca), o son descalificados como causa de la insuficiencia de resultados para todos, en todas partes a la vez, y, en consecuencia, instigan el motor de la era del caos, el desaliento y la desesperación fatalista que parecen implantarse en la actualidad. Síntomas dominantes alimentando, en todo caso, una sensación generalizada de pesimismo, negatividad, desánimo y decepción, ante lo que parecería un presente confuso e indeseado, y un futuro escasamente atractivo.

El artículo, en lo modesto de la ambición que caracteriza mis opiniones y publicaciones, provocó en unos pocos conocidos, amigos y lectores, una reacción similar a la que produjo mi último libro, Bizkaia 2050 (Bilbao, Bizkaia, Basque Country), en el que, al proponer un escenario de prosperidad, riqueza y bienestar para una sociedad vasca del 2050, que se sienta confortable en el espacio que, al cabo del tiempo, conforme el espacio Bizkaia futurible, y en el que las empresas y organizaciones académicas y culturales del mañana, sientan la necesidad/convicción de “estar” aquí (al menos con una de sus piezas clave en el marco de sus cadenas globales y locales de valor), gracias a la convergencia de capital humano, talento, capital institucional y capital social, únicos, diferenciados y de máximo valor, me tacharon (entonces y ahora) de “excesivamente optimista” o ciego ante la “era del caos que vivimos”.

Entonces, como ahora, mi respuesta era y es similar, invitándoles a leer los documentos en su integridad. Aspirar al máximo valor, bienestar, desarrollo inclusivo, resulta imprescindible, es insustituible para comprometerse en construir el futuro que se quiere y no dejar que sean otros o las circunstancias los que predeterminen nuestras vidas, sin contar con nuestro coprotagonismo y codirección. Entonces y ahora, insisto en lo mismo: ante las tendencias y realidades observables, hemos de identificar “nuestras olas favorables de oportunidad” y esforzarnos en navegarlas. Así, un resultado exitoso como el propuesto en Bizkaia 2050, será fruto de “haber hecho todo aquello que teníamos que hacer”. Cien transformaciones esenciales apuntaban la enorme agenda que todos (país, instituciones, gobernantes, universidades, ciudadanos...) teníamos y tenemos por delante. Navegar las olas de oportunidad constituye el reto-compromiso.

A lo largo de estos escasos diez días desde la publicación de mi última columna, asistimos a un “bombardeo” (nunca mejor dicho) de mensajes escasamente incentivadores para una apuesta por el “rearme disuasorio” con múltiples referencias en torno a la Era del caos (Age of chaos, The Economist), a la profecía de Nostradamus, a la espera de un inevitable fin del mundo, o al desconcierto del gobierno de la Casa Blanca de Mickey Mouse (como calificaba el profesor Jeffrey Sachs, las desconcertantes “políticas” del gabinete de Trump), o las innumerables señales de desgobierno y escasa calidad democrática de muchos gobiernos (el español incluido), o la infinita desolación de los conflictos bélicos que nos rodean. Por si fueran pocas líneas desalentadoras, “el apagón eléctrico” de este pasado lunes, no solo nos hace constatar la enorme fragilidad del mundo y el modelo de sociedad en la que vivimos, sino que pone en entredicho las estrategias voluntaristas sin procesos transitorios para pasar hacia un mundo idílico sin recorrer el camino y trayectoria imprescindible para pasar de una era a otra. El extraordinario, a la vez que complejo sistema eléctrico-energético hacia la doble salvación del planeta y la panacea de la economía verde compartible por todos, ha puesto en evidencia la imprescindible “revolución estructurada, creíble, viable, posible…”.

En este panorama, conviene mirar a terceros, alejados del debate y lenguaje diario y próximo, para tratar de aprender de otros ejemplos que pudieran parecer ajenos. Surge así un ejercicio especial realizado por la consultora McKinsey, haciendo coincidir su 100 aniversario con los 250 años de la “Constitución más antigua del mundo: América”, abordando una apuesta por “Navegar olas de oportunidad para una nueva era”.

Así, en una interesante (y siempre trabajada) serie de artículos, aborda siete ejes/espacios de oportunidad transformadora para aportar cambios observables con resultados garantes de un mundo mejor. Hacer de los problemas la fuente de solución, afirmo yo. Un trabajo que pretende llevar luz y ánimo a una sociedad, empresa y economía estadounidense que se ve desorientada y temerosa ante la sensación de haber perdido su futuro. Recomendaciones, sin duda, válidas no solo para la América a la que lo dirige, sino a todo el mundo impactado, en menor o mayor medida, por una guerra arancelaria, económica, política, a golpe de órdenes ejecutivas, confiando sean reconducidas y vetadas por la fuerza del realismo, la aparición de contraste y fuerzas democráticas o la sabiduría interna de quienes han diseñado una determinada estrategia (que, seguro que tendrán, aunque no nos resulte ni racional ni evidente).

Se trata, sin duda, de un trabajo dirigido, en especial, al mundo de la empresa, en una llamada a sobreponerse a las dificultades del momento, a afrontar, sí, la inmediatez del estruendo arancelario, y apostar, como siempre, por un pensamiento firme, riguroso, orientador del largo plazo, proclamando la firmeza y coherencia del propósito esencial de toda estrategia y compromiso empresarial con el conjunto de sus stakeholders.

El citado informe sitúa el contexto, recordando una realidad, en muchas ocasiones olvidada, a lo largo del mundo: Estados Unidos de América (“América”) cuenta con una economía “local” de 136 millones de empleos, el 83% de los cuales son empresariales, siendo el 51 % de ellos de pymes con menos de 500 empleados.

Trabajadores “formales” que cotizan, pagan sus impuestos, ahorran, invierten (también y de manera activa en fondos y bolsas de valores) y determinan, en gran medida, con su voluntad, compromiso, esfuerzo y dedicación, la prosperidad o declive de su país, y condicionan, también, las decisiones de sus gobiernos y generan el desarrollo de las comunidades en que viven.

Es precisamente a esta gente a la que dirige su propuesta América 250, identificando “10 áreas de valor influyendo en los cambios geopolíticos” procurando transmitir vías de solución y actuación, superadoras de un inmovilismo del desaliento. Anima a esa “América empresarial” a reconsiderar sus modelos de negocio y prácticas en torno a los acuerdos comerciales que han de dar lugar a nuevos marcos pluri multilaterales del hoy y del mañana (sobre todo), a programar su “autodefensa” ante el incierto ataque arancelario para superar el momento y redefinir su capacidad competitiva (que no exclusivamente “competidora”), repensando sus políticas (y mercados) import-export, y sus roles concretos en las diferentes cadenas de valor en las que actúa, con un enfoque más “regionalizado” y “menos global” sin contrapartidas, volviendo a situar en su agenda la importancia de la financiación y los mercados de capitales (empezando por fortalecer su propia capitalización). Es tiempo de profundizar en las economías productivas y las “reconocidas Políticas Industriales” (con mayúscula, completas, diferenciadas, únicas, colaborativas con terceros, con gobiernos a todos los niveles, con sus propias comunidades). Es tiempo de entender (o volver, de verdad) a la clusterización, a emprender la fortaleza de ecosistemas reales (por construir y no solamente por contemplarlos como una huella geográfica apoyada tras el caramelo de un programa subvencionador). Es, en verdad, momento para el rigor en políticas medio ambientales no excluyentes ni mucho menos de boquilla, a profundizar en políticas laborales que no sean simples manifiestos propaganda para animar a rechazar el esfuerzo y dignidad del trabajo-empleo, de afrontar con rigor las olas migratorias, demográficas, con realismo, definiendo políticas y decisiones completas, viables y dotadas de las inevitables transiciones que marquen la relación entre el mañana deseable y el hoy posible. Tiempos de mayor rigor, sentido de coherencia estratégica, huyendo del oportunismo táctico y dotados de un verdadero sentido acorde con la estrategia y no basada en el oportunismo puntual. Tiempo sí, de nuevas tecnologías para el servicio de tu estrategia y modelo de negociol y no al revés. Tiempos de alianzas, cooperación multilateral, estrategias compartidas de cocreación de valor entre empresas y otros actores y, por supuesto, empresa-sociedad. Tiempos de trabajo y no de discurso fácil.

Un mundo mejor es posible y no solamente deseable.

Ejes de actuación que nos facilitan transitar las oportunidades para una nueva era (dure lo que dure, con mayor o menor intensidad transformadora de la inicialmente prevista...). ¿Cómo podría prosperar mi empresa, las industrias en las que participo y los modelos de negocio en curso en esta nueva era geopolítica, geoeconómica y, en principio, del caos? ¿Cómo capturar y crear valor en un entorno distinto?

Y, por supuesto, es para la América 250 y para todo el mundo, y, además del destacado rol empresarial y personal, tiempo de renovado esfuerzo y rigor de los gobiernos: impulsando su productividad, generar eficiencia, redefiniendo su gasto, evitando herramientas no democráticas e incontrolables por la sociedad, reforzando su efectividad operativa. Es tiempo para reclamar la captura de oportunidades de mejora en todos los niveles institucionales (simplificación, coordinación, acelerar su digitalización, reorganización, automatización, fortaleciendo red de estructuras, liderazgos y gobernanza...).

Grandes olas de oportunidad. Navegar, sin duda, en un temporal complejo y turbulento.

Sí. Hay lugar para el optimismo. Optimismo realista, informado, comprometido. Un espacio de oportunidad. Eso sí, conscientes de la compleja realidad cambiante en esta llamada nueva era.