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“Que no pierdas el sentido del humor”

La muerte de Francisco me ha creado un gran vacío interior y, también, temor. No quisiera perder el sentido del humor, como él me indicó en su dedicatoria

“Que no pierdas el sentido del humor”DPA vía Europa Press

Era una tarde muy calurosa del agosto romano de 2024. Teníamos audiencia personal con el Papa Francisco. Nos recibió en su apartamento de la casa Santa Marta. Yo estaba tranquilo pero con una gran emoción: dar la mano a “Pedro”, una vez en la vida, me parecía una experiencia extraordinaria. Poder conocerle en persona fue una suerte muy grande. Tuve la sensación de encontrarme ante un hombre transparente, traslúcido, que irradiaba luz, lleno de Dios y de una gran confianza. Una personalidad extraordinaria.

Llevaba yo en mis manos su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium en su traducción al euskera, “Ebanjelioaren poza”. Le pedí que me lo dedicara. Él, de su puño y letra, escribió: “A Félix, con mi bendición y deseando que no pierda el sentido del humor”.

Ciertamente, no quisiera perder el sentido del humor. Creo que siempre me he caracterizado por un talante positivo. Pero su muerte me ha dejado un gran vacío, como una especie de “orfandad eclesial”: con Francisco sentía que mi vida, mi pensamiento y mi servicio pastoral se desarrollaban en un marco de coherencias personales y eclesiales, a salvo de la esquizofrenia que es moneda corriente en nuestra iglesia. Hablamos de sinodalidad y vemos crecer sin cesar el clericalismo; se nos invita a ser “una iglesia en salida” y permanecemos encerrados en nuestras comunidades, y nuestra cercanía a los pobres y sufrientes no nos convierte del todo al Evangelio.

Estoy convencido que Francisco ha sido más admirado que querido y seguido. Ha sido un papa incómodo por su autenticidad evangélica. Incómodo no solo para los “poderes” de este mundo que ahora le despiden con “aplausos”. Sí, ha sido una autoridad moral para todos ellos. Pero no le han seguido. Otros intereses son la fuerza del mundo. Pero ha sido también incómodo en el interior de la iglesia para no pocos. Por ejemplo, para bastantes sacerdotes, a los que sus posturas, mensaje y visión eclesial no les resultaba suficientemente atrayente. Creo, sinceramente, que muchos se alegrarán porque ha finalizado un tiempo, para ellos, gris.

Tengo temor a la esquizofrenia eclesial, a las palabras que se lleva el viento, a esa doble mirada a la iglesia y su misión, aunque parezca que todos decimos lo mismo. Francisco lo decía claro: o iglesia evangélica o mundanidad. El papa Francisco fue nítido en su ser y actuación: no al clericalismo, iglesia sinodal y participativa, en salida y comprometida por un mundo fraterno, justo y en paz.

La muerte de Francisco me ha creado un gran vacío interior y, también, temor. No quisiera perder el sentido del humor, como él me indicó en su dedicatoria. Me sorprendió. Hoy entiendo por qué lo dijo. Su persona me resultó transparente. Era un hombre de Dios. Vivía con una gran confianza. Creo que el humor se pierde cuando no tenemos confianza. Y a mí me quita el humor lo poco que me fio de la esquizofrenia eclesial. También la elección de un papa está sometida a esta esquizofrenia. Me está pareciendo que “el santo Pueblo de Dios” mayoritariamente está indicando la necesidad de dar una continuidad al papa Francisco. Sin embargo, los analistas y cardenales más “sesudos” están apelando a una moderación mayor. Quieren algunos un papa “ortodoxo”, como si fuera posible hoy un papa heterodoxo. Al parecer las fuerzas conservadoras y ultraconservadoras, en la iglesia y en el mundo, se han fortalecido.

Ciertamente, vivimos en un mundo muy complejo. Estamos necesitados de un liderazgo espiritual, humano y ético. Francisco ha realizado este extraordinario servicio a la iglesia y al mundo. Quiero confiar en el Espíritu, en el sentido eclesial y evangélico de los cardenales y, así, confiando, espero no perder el sentido del humor.

*Párroco de Azkoitia