Donald Trump ya es presidente jurado del mundo mundial y parte de la Luna y Marte, planetas asociados aunque sus afortunadamente inexistentes habitantes aún no lo sepan. Y en el supuesto de que existieran, dudo mucho que se decidan a asomarse a la superficie si están bien informados. Un mundo gobernado por un fulano así no anima a sacar la cara al aire libre por si te la parten con cualquier excusa.

Lógicamente, tratándose de un postpunk totalitarista aliñado con pelo naranja y a cargo del ejército más poderoso del planeta, las excentricidades y paradojas no podían faltar en su investidura, hasta ahí podíamos llegar. Así que la primera democracia del mundo acogió como invitados a lo mejor de cada puerta al fondo de la ultraderecha: Santiago Abascal, Javier Milei, Georgia Meloni o Jair Bolsonaro (que excusó su asistencia por ciertos asuntillos judiciales que lo retenían en Brasil).

Lo dicho: todos los VIP del fachismo más montaraz y antipático del panorama internacional. Se me dirá, acaso con razón, que si es por actitudes antidemocráticas deberían haber sido invitados tipos como Nicolás Maduro, Daniel Ortega o Putin. Cierto, pero creo que se debe a que Trump considera que los dictadores bolcheviques no saben comportarse en público y pelan el marisco con hoz y martillo. Habría que verlo, pero prefiero que me lo pasen grabado, ya no tengo estómago ni humor para pavadas de ese lado.

Y así, mientras Los Ángeles ardía por todos sus costados (que seguro que son más de cuatro) y los invitados de chichinabo sacaban pecho y no perdonaban ni una foto ni un plato, el baranda del neoliberalismo más feroz miraba los cubitos de hielo de su vaso apostando consigo mismo cuál duraría menos. Y estoy seguro de que eso le llevó a recordar Groenlandia con una sonrisa de sátiro ufano como la que lució Sarkozy ante las cámaras en su edad de oro, en plan: “Sí, bajito y feo... pero me estoy follando a Carla Bruni... perdedores”. Así son estos chicos.

Pero volviendo a Trump en su ensoñación, estoy convencido de que trataba de calcular cuántos cubitos de hielo podría poseer si se hiciera con esa isla. Lo que también me lleva a mí a hacerme dos preguntas importantes: 1) ¿Quién fue el necio imprudente que le mostró a Trump un mapa señalándole Groenlandia? 2) ¿Cómo piensa anexionársela: a lo militar o regateando el precio con Dinamarca? Y otra: ¿si es compra el pago será en efectivo, con tarjeta o con Bizum? Yo exigiría efectivo, pero si mi opinión aquí no cuenta para nada, en Dinamarca ni les cuento. Este fulano no vive en un planeta, vive en un Monopoly sin reglas.