La palabra rendibú, entre vascos randibu, proviene del rendez-vous francés y se refiere a los halagos que se hacen a alguien importante en espera de obtener algún beneficio a cambio. En San Sebastián se practicó mucho alrededor de los reyes, reinas y aristócratas, por si tocaba algo. Hoy en día también, hay mucho pelota.
Con Trump han comenzado a practicarlo personajes importantes: Zuckerberg de Facebook, Tim Cook de Apple, las estrellas de Silicon Valley, los amos de Wall Street, los príncipes y princesas de Disney… Se tragan lo anteriormente dicho, ponen cara de arrepentimiento y viento en popa a toda vela. Es fácil de practicar y característico de los listos: lo hizo el aitona de Aznar, el creador del Talgo, Alejandro Goikoetxea… y el propio Elon Musk. Su principio ético fundamental es este: lo que convenga a mis intereses será siempre mi guía espiritual. Pero dicen los filósofos, esos inútiles, que hay que entender bien cuáles son verdaderamente nuestros intereses. Si no coinciden con los de la Humanidad, algo falla.
Hay enfado entre los buenos donostiarras. ¿A quién se le ha ocurrido poner la toma de posesión de Donald el Día de San Sebastián? Va a restar relumbrón a nuestra ciudad y a la Tamborrada en los medios internacionales. Ha habido quien ha propuesto a nuestro alcalde que escriban al interfecto pidiéndole cambio de fecha y, como compensación, ofrecerle el Tambor de Oro 2026. Donald, no obstante, tiene problemas de agenda, como le sucedió a Felipito con la asistencia al primer acto de la serie Cómo salimos de la dictadura. Lo entiendo muy bien porque yo, que soy un don nadie, también suelo tenerlos.
Por ejemplo, por problemas de agenda no pude acudir a la firma del manifiesto Libres e iguales que presentó un grupo de intelectuales y políticos de todo pelaje. Bonita cuadrilla, comenzando por el ex de la Preysler junto a Fernando Savater, sin olvidarse de los queridos Cayetana o Nicolás. Habría que invitar a todos los de la lista a alguna sociedad donostiarra y hacerles algo de rendibú, por, si más adelante nos conviene arrepentirnos, tener a alguien que nos ayude en el trance.
Ahora parecemos chulitos, pero en poco tiempo podemos estar en peligro. Nuestros nombres figuran ya, seguro, en algunas de las listas que ha preparado Elon. Y acaso estemos en las de para fusilar, o para torturar, quizá en la de quienes conviene airearles algún trapillo sucio (¿quién no lo tiene?), o en la de quedar fuera de toda ayuda… Yo lo tengo claro y la decisión tomada: si las cosas se ponen feas, exhibiré una petición pública de perdón, diré que las malas compañías me llevaron a la locura y que lo siento, que en España funciona muy bien.
Pero todavía no, cuando vea el peligro más cerca. Por ahora es más divertido ser inconsciente e ignorante. Y porque todavía soy inconsciente, oso decir: que aunque sonaran todos los tambores de la Trumporrada a la vez, no podrían mitigar el sonido del rechinar de dientes que debería producir la llegada a la cima del poder de EEUU del pato lacado. Si, como nos repetían de niños, los humanos fuéramos animales racionales. Pero va quedando claro que es un bulo, que constituimos una tropa de chulitos mentecatos.
Siguiendo con las confesiones, por una vez y sin que sirva de precedente, declaro que estoy conforme con la decisión de nuestro Ayuntamiento de no interpretar la marcha de Caballería de gallos en la plaza, en la Izada y Arriada. Sin llamarlos, ya aparecen por allí demasiados gallos que ponen a los pollitos-pollitas en peligro de extinción. Trump no vería esta medida con buenos ojos, porque es falso que miles de litros de alcohol y otros tantos kilos de sustancias diversas produzcan ningún cambio climático en la plaza y porque va contra la libertad. A ver si os enteráis.
Acaso para ese día esté en marcha la nueva idea de los munícipes sobre la recogida de basura en el barrio viejo. En lugar de los puntos fijos actuales, se colocarían contenedores móviles y, con ello, se ganaría espacio público. Se me ocurren muchas otras formas de hacerlo. Pero el chiste es bueno.
Este 2025, el amigo Mendi se quedará en casa, sin poder dirigir la tamborrada de Gaztelubide. Se acordará bien de la guerra que le he dado durante años, como solo se hace con los amigos. Pero ahora le quiero dedicar un saludo cariñoso. Que también sé.